La Gran Carrera de la Amistad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, tres amigos inseparables: Lía, una liebre rápida y astuta; Toto, una tortuga muy sabia y reflexiva; y Pablo, un pajarito siempre juguetón y curioso. Un día, decidieron organizar una carrera para ver quién era el más veloz del grupo.
- ¡Vamos a hacer una carrera! - propuso Lía, moviendo sus orejas emocionada.
- Eso suena divertido, pero deberíamos pensarlo bien. No siempre el que llega primero es el mejor - dijo Toto, mientras se estiraba tranquilamente.
- ¡No seas aguafiestas, Toto! - replicó Lía. - ¡Vamos a divertirnos!
Así que decidieron que al día siguiente sería el gran día de la carrera. Todos los animales del bosque estaban ansiosos por ver quién ganaría. El sol brillaba en el cielo y todos se reunieron en una hermosa pradera.
- ¡En sus marcas, listos, fuera! - gritó Pablo, agitando sus alitas emocionado, y los tres amigos comenzaron a correr.
Lía, por supuesto, salió disparada como un rayo y pronto se perdió de vista. A medio camino, decidió hacer una pequeña pausa.
- ¡Ja! Nadie podrá ganarme - pensó, y se echó a descansar bajo un árbol.
Mientras tanto, Toto avanzaba lentamente, contándoles a algunos pajaritos en el camino sobre la importancia de la perseverancia y el trabajo duro.
- A veces, ser veloz no es lo más importante. Lo que cuenta es cómo te esfuerzas en llegar - les decía, mientras movía sus patitas con determinación.
Pablo, por su parte, volaba de árbol en árbol, disfrutando del paisaje. Al llegar a donde estaba Lía, notó que ella estaba dormida.
- ¡Lía! - la llamó. - ¿No deberías continuar la carrera?
- ¡Ay, estoy tan cómoda aquí! - dijo Lía, sin abrir los ojos. - Estoy segura de que podré ganar en un instante.
Mientras todos los animales observaban, Toto llegó hasta la línea de meta. Con su paso lento pero seguro, cruzó la línea mientras todos aplaudían.
- ¡Lo logré! - gritó Toto, sonriendo orgulloso. - Nunca subestimé el poder de la perseverancia.
Lía se despertó asustada al oír los aplausos. Se dio cuenta de que había perdido la carrera.
- ¡No puede ser! - exclamó mientras corría hacia la meta. - Pero, ¿cómo pudo ganarte una tortuga?
- Porque no importa la velocidad, sino el esfuerzo y la constancia - contestó Toto, con una sonrisa sabia.
Toto le dio un abrazo a Lía, quien se sintió algo triste al principio, pero luego se dio cuenta de la lección que había aprendido.
- ¡Tenés razón, Toto! - dijo Lía. - A partir de ahora, seré más constante y no subestimaré a nadie, por muy lentos que sean.
Pablo aplaudió y dijo:
- ¡Eso es! La verdadera victoria está en aprender de cada situación, y no solo en ganar.
Los tres amigos se abrazaron y celebraron juntos, entendiendo que lo importante en la vida no siempre es llegar primero, sino disfrutar del camino y aprender de él. Desde ese día, decidieron participar en muchas más carreras, pero esta vez, jugar y disfrutar más que competir.
Y así, Lía, Toto y Pablo aprendieron que la amistad y la enseñanza son más valiosas que cualquier trofeo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.