La Gran Carrera de la Montaña
En un pequeño pueblo alejado de la bulliciosa Ciudad de Huánuco, vivía una vaca llamada Blanca. Era una vaca curiosa y siempre tenía ganas de hacer algo divertido. Junto a ella pastaban tres ovejas llamadas Lila, Pinta y Chispa. Eran inseparables y siempre estaban listas para aventuras.
Un día, mientras Blanca rumiaba tranquilamente en el prado, Lila, la más chispeante de las ovejas, saltó con entusiasmo.
"¡Chicos, chicos! ¿Vieron esa montaña enorme? Creo que deberíamos hacer una carrera hasta la cima" - propuso.
Pinta, que siempre pensaba un poco más, frunció el ceño.
"¿Pero y si es muy difícil? Nunca hemos corrido una carrera así. ¿Qué tal si no llegamos?"
"No seas aguafiestas, Pinta. ¡Deberíamos intentarlo!" - exclamó Chispa, moviendo su cola emocionada con la idea.
Blanca, moviendo la cola también, dijo:
"Me parece genial. Sería una gran oportunidad para divertirnos y demostrar que no importa el tamaño, sino la alegría de participar".
Así que, después de un cálculo rápido de sus piernas, decidieron que sí, harían la carrera. Establecieron un día y comenzaron a prepararse, entrenando todos los días con carreras cortas y juegos entre ellos.
El gran día llegó. La montaña, imponente y brillante bajo el sol, se recortaba contra el cielo. Estaban más que listos. Otras animales del pueblo llegaron para observar. Todos querían ver cómo una vaca y tres ovejas intentaban subir la montaña.
"¡En sus marcas, listos, fuera!" - gritó un gallo que hacía las veces de juez.
Y así, partieron. Como todo competidor, Blanca comenzó fuerte, pero pronto se dio cuenta de que la montaña era más alta de lo que imaginaba. Mientras adivinaba cuántas vueltas debería dar para subir, Lila y Pinta la alcanzaron.
"Vamos, Blanca, no te rindas. ¡Solo es un poco de esfuerzo!" - animó Lila.
Pero cuando más avanzaban, el camino se volvía más empinado.
"¡Estás muy rápido! Voy a necesitar un descanso" - dijo Blanca.
"¡No! ¡No te detengas!" - exclamó Chispa. "Recuerda que la diversión está en el viaje, no solo en llegar".
Blanca miró a sus amigas y sonrió.
"Tenés razón, Chispa. ¡A seguir!"
Cruzaron un pequeño arroyo, un lugar divertido donde saltaron, jugaron y se refrescaron. Después de un rato de diversión, continuaron. Pero a media montaña, encontraron un obstáculo: un gran roble caído del que no podían pasar.
"¡Oh no! ¿Qué hacemos ahora?" - se lamentó Pinta, mirando con angustia al tronco.
"No podemos rendirnos, siempre hay una solución" - insistió Lila. "Tal vez podamos rodar bajo el tronco".
Blanca, mirando el tronco, tuvo una idea.
"¿Y si nos unimos para empujarlo? Tal vez, con nuestras fuerzas, lo movamos un poco".
"¡Buena idea!" - gritaron las ovejas.
Trabajaron juntas, empujando, girando y haciendo lo posible, hasta que lograron mover el tronco lo suficiente para pasar a su lado. Se sintieron invencibles.
Finalmente, llegaron a la cima, juntas y emocionadas. Miraron el paisaje que se extendía ante ellas. El viento soplaba suavemente, y las nubes parecían un manto de algodón.
"Miren qué hermoso lugar", dijo Pinta.
"No importaba quién llegó primero, sino que llegamos juntas, como un equipo" - dijo Lila.
Chispa miró a sus amigas y agregó:
"Y la mejor parte es que nos divertimos en el camino. ¡Gracias, amigas!".
Y así, en la cima de la montaña, Blanca y las tres ovejas celebraron su victoria con risas y abrazos. Desde aquel día, no solo se hicieron más fuertes, sino que aprendieron que la verdadera amistad se forja en las aventuras compartidas y que siempre hay una forma de solucionar cualquier problema, siempre trabajando como equipo.
Y así, en el pequeño pueblo de Huánuco, se contaron historias sobre la gran carrera de la montaña, donde una vaca y tres ovejas demostraron que no hay límites para aquellos que se animan a soñar y compartir.
FIN.