La Gran Carrera de la Selva
En un bello rincón de la selva, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, vivían muchos animales. Cada uno tenía su propio talento y su forma de contribuir al ecosistema. Un día, la Hormiga, la Morocoy, el Bachaco, el Tigre y el Conejo decidieron organizar una carrera para ver quién era el más rápido de todos.
"¡Yo voy a ganar!" – gritó desenfrenadamente el Tigre, moviendo su cola con orgullo.
"No seas tan arrogante, Tigre. La velocidad no lo es todo. Yo, el Conejo, entrené mucho y es mi especialidad saltar y zigzaguear" – respondió el Conejo, mientras hacía saltos de felicidad.
"¡Bah! Yo soy muy fuerte y puedo empujar obstáculos. La carrera es solo para ver quién llega primero, y yo no me rendiré" – interrumpió el Bachaco, que aunque pequeño, tenía un gran carácter.
"No sean tan confiados, amigos. La paciencia y la persistencia también son importantes. Yo, la Morocoy, les demostraré que aunque soy lenta, llegaré a la meta con dedicación" – dijo la Morocoy, con voz tranquila.
"¡Eso es!" – agregó la Hormiga, moviéndose de un lado para otro. – "El trabajo en equipo puede ser la clave para ganar. ¿Por qué no formamos una estrategia juntos?"
Todos los animales se miraron confundidos, pero pensaron que podría ser interesante intentar. Así que, en lugar de competir ferozmente, decidieron unir sus fortalezas.
El día de la carrera llegó. La selva vibraba de emoción. Los animales se agolpaban para ver quién cruzaría la línea primero. Se escuchó el silbato del loro y la carrera comenzó.
El Tigre salió disparado, mientras el Conejo saltaba ágilmente entre los arbustos. La Morocoy, más lenta pero segura, comenzó a avanzar con determinación y la Hormiga y el Bachaco formaron una fila, ayudándose mutuamente con su trabajo coordinado.
Al principio, el Tigre parecía ir a la cabeza, pero al dar la mitad del camino, su orgullo lo llevó a distraerse viendo a la multitud. Al volverse, vio que el Conejo lo había alcanzado.
"¡No voy a dejar que me ganes!" – dijo el Tigre, echando a correr nuevamente, mientras se sentía furioso.
Pero, mientras corría, el Tigre no vio que había un gran bache en el camino y ¡bum! Tropezó y cayó. Eso le costó tiempo. El Conejo, al verlo caer, se detuvo.
"¿Estás bien, Tigre?" – preguntó el Conejo, y en lugar de continuar corriendo, se acercó a ayudarlo.
"¡Sí! Pero necesito un momento" – respondió el Tigre, algo avergonzado.
Mientras tanto, la Morocoy, reconociendo que su tiempo iba y venía, decidió avanzar con calma, mientras el Bachaco y la Hormiga se unieron para empujar una pequeña piedra que el Tigre no había visto.
"Vamos a ayudar a nuestros amigos, no queremos que nadie se quede atrás" – dijo la Hormiga, y todos asintieron.
Finalmente, juntos, todos dieron lo mejor de sí. Llegaron a la meta apenas unos instantes después del Conejo y el Tigre. El Conejo, que había ayudado al Tigre, llegó justo a tiempo para ver la llegada de su grupo.
Cuando cruzaron la meta en conjunto, se miraron, exhaustos pero felices.
"¡Hurra! Todos ganamos!" – gritó la Morocoy.
Desde ese día, los animales comprendieron que no se trata solo de ganar o perder, sino de trabajar juntos y apoyarse mutuamente. Así que no había un único campeón, sino un equipo de amigos que aprendió valiosas lecciones en la carrera.
"El verdadero triunfo es la amistad que hemos construido" – concluyó el Tigre, mientras todos se reían y disfrutaban de una merecida fiesta con frutas y flores de la selva.
Y así, la selva aprendió que la cooperación y la bondad son más importantes que cualquier carrera que pudieran correr en el futuro.
FIN.