La Gran Carrera de la Selva
Era un hermoso día en la selva. El sol brillaba y los árboles bailaban al ritmo del viento. En este maravilloso lugar, los inseparables amigos Julián, el elefante, Santiago, el zorro, Juan, el pingüino, Leoneider, la hormiga, e Isaías, la tortuga, estaban preparados para un emocionante día de juegos.
"¡Estoy listo para la carrera!", dijo Julián, moviendo su trompa de emoción.
"No creas que podrás ganarme, Julián. ¡Soy el más rápido de todos!", se jactó Santiago, saltando de un lado a otro.
"¡Chicos, chicos!", intervino Juan, que se había despatarrado en el suelo. "No se olviden de que estoy en la selva, ¡y puedo correr tan rápido como el viento!"
"Pero Juan, ¡no puedes correr! ¡Eres un pingüino!", gritó Leoneider entre risas.
"¡Sí, pero si el camino es resbaloso, aprovecharé mi habilidad de deslizamiento!", contestó Juan con picardía.
"Yo seré el juez de la carrera", decidió Isaías, que se movía lentamente. "Dejen que se preparen."
Los amigos se alinearon, emocionados y un poco nerviosos. Antes de iniciar la carrera, se pusieron a charlar sobre lo que más les gustaba de la selva.
"Me encanta jugar en este lugar, hay tantas cosas que descubrir", dijo Julián mientras movía su enorme trompa.
"Amo sentir la brisa en mi pelaje mientras corro", comentó Santiago, acomodándose la cola.
"Yo disfruto de la frescura del agua cuando me deslizo", replicó Juan, soñando con el día perfecto.
"¡Y a mí me encanta trabajar en equipo!", dijo Leoneider, que siempre estaba buscando formas de ayudar a sus amigos. "¡Quiero ganar para celebrarlo todos juntos!"
"¡Está decidido!", afirmó Isaías. "Hoy nadie se siente mal si no gana. Lo importante es participar y disfrutar."
Con esa comunidad de objetivos en mente, los amigos comenzaron la carrera. ¡El silbato de Isaías sonó y los animales comenzaron a correr!
Santiago se adelantó rápidamente, pero Julián, con su gran tamaño, comenzó a sobrepasarlo gracias a la potencia de sus patas. Juan se deslizó, tratando de ganar terreno, mientras Leoneider lo seguía eligiendo el mejor camino en la base del árbol. Isaías, por otro lado, llevaba un ritmo tranquilo y constante.
"¡Vamos, chicos, no se rindan!", animó Isaías. "Recuerden, la diversión está en el camino."
Pero de repente, el suelo comenzó a temblar. ¡Era una gran tormenta la que se aproximaba!"¿Qué hacemos ahora?", preguntó Juan asustado, mientras su inusual estilo de correr lo hacía tambalear.
"Debemos buscar refugio", dijo Julián, que por primera vez se preocupó por algo más que la carrera.
"¡Es cierto!", gritó Santiago. "No es seguro correr a través de la selva en medio de una tormenta."
"¡Sigamos mi camino!", exclamó Leoneider, que empezó a moverse rápidamente a través de los árboles para llegar a una cavidad segura, conocida solo por los más pequeños.
Los amigos se dieron cuenta de que la carrera no importaba ahora. Lo que realmente quería cada uno era cuidarse. Así que todos siguieron a Leoneider, apretujándose dentro del refugio.
"Todo estará bien", dijo Isaías con tranquilidad, mientras la lluvia tamborileaba fuera. "Generar espacios seguros es más importante que llegar primero."
"Me alegra que estuvimos juntos en esto", dijo Julián aliviado.
"Sí, la próxima vez, podríamos correr en un lugar seguro", sugirió Santiago, mirando a sus amigos.
"Estoy de acuerdo. Tal vez repitamos la carrera después de la tormenta para ver quién realmente es el más rápido", rió Juan, haciendo que todos se rieran.
Cuando la tormenta pasó, salió un hermoso arcoíris y todo lucía fresco. Los amigos volvieron a la carrera, risueños y listos para disfrutar de nuevo. Al final, no importaba quién ganara; lo valioso era que se cuidaban entre ellos y compartían esos momentos especiales.
Al caer el sol, se sentaron juntos a comer frutas deliciosas, riendo y recordando lo ocurrido.
"Por eso siempre es bueno estar juntos, aprendemos tanto unos de otros", concluyó Leoneider, mirando a sus amigos con amor.
Y así, entre risas y juegos, los cinco amigos juraron ser inseparables, recordando que la verdadera competición se da en disfrutar la vida juntos, sin importar quién corre más rápido.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.