La gran carrera de la selva



Era un día radiante en la selva, y todos los animales estaban emocionados por la gran carrera de bicicletas que se realizaría ese mismo día. El organizador del evento era el loro Federico, quien volaba de rama en rama anunciando la noticia.

"¡Atención, atención! Todos los animales, la carrera comenzará a las 10 de la mañana en el claro de la selva!", gritó Federico.

Los animales comenzaron a afilar sus patas y a calentar sus motores. La ardilla Sofía estaba lista con su pequeña bicicleta, siempre rápida y ágil. El tigre Ramón, aunque era grande y fuerte, también había conseguido una bicicleta negra espectacular. Pero el verdadero favorito era el mono Lucas, que no solo era ágil, sino que había preparado una bicicleta a la medida.

"¡Voy a ganar!", exclamó Lucas mientras hacía acrobacias sobre su bicicleta.

A medida que llegaba la hora de la carrera, los animales se alinearon en la línea de partida. Los nervios estaban a flor de piel.

"Que gane el mejor", dijo el tortuga Martín, que era el más tranquilo de todos.

Cuando Federico dio la señal de inicio, todos salieron disparados. Lucas tomó la delantera rápidamente, sus patas moviéndose velozmente mientras zigzagueaba entre los árboles. Sofía lo seguía de cerca, y Ramón intentaba alcanzarles.

Pero a medida que avanzaba la carrera, Lucas empezó a notar que la rueda de su bicicleta hacía un ruido extraño. "No puede ser...", pensó.

A medida que la pista se volvía más exigente, decidió apretar el ritmo. Sin embargo, el ruido en su rueda se volvió más fuerte hasta que, de repente, ¡pum! La goma explotó en mil pedazos.

"¡Oh no!", gritó Lucas, viendo cómo todos los animales lo pasaban.

A pesar de lo que había pasado, no se rindió. En lugar de llorar o frustrarse, decidió buscar una solución. Corrió hacia el arbusto donde guardaba otra goma.

"Esto no se acaba aquí", se dijo a sí mismo.

Con rapidez, cambió la goma (aunque no era tan fácil como parecía) y volvió a subirse a la bicicleta justo a tiempo para ver que Sofía y Ramón se estaban acercando a la meta.

Lucas tomó un profundo respiro y comenzó a pedalear con todas sus fuerzas. "¡Vamos, vamos!", se gritó. La multitud de animales animaba desde el costado.

Poco a poco, con cada pedalada, Lucas fue acortando la distancia y, con un salto final, logró adelantar a sus competidores en los últimos metros.

"¡Lo logré!", gritó con alegría al cruzar la meta primero.

Los animales lo aplaudieron y celebraron su victoria. Pero, a pesar de ser el campeón, Lucas no estaba preocupado por su triunfo. En vez de eso, veía a Sofía y Ramón acercarse.

"Felicitaciones, Lucas, ¡fue una carrera increíble!", dijo Sofía un poco agotada pero sonriente.

"Sí, ¡y me alegra que todos hayan corrido tan bien!", respondió Lucas.

Sin embargo, al mirar su bicicleta, se dio cuenta de que la rueda vieja estaba destrozada y ya no podía usarla.

"¡No puedo creer esto!", murmuró mientras se preocupaba por cómo podría volver a competir.

Pero entonces la tortuga Martín se acercó.

"Lucas, ¡no te preocupes! Para cada problema hay una solución. Puedes usar mi vieja bicicleta para entrenar".

"¿Estás seguro, Martín?", preguntó Lucas, con los ojos brillando de gratitud.

"¡Claro que sí! Lo importante es disfrutar, no solo ganar", dijo Martín, recordándole que lo que de verdad cuenta es la experiencia.

Esa noche, después de haber dado lo mejor de sí, Lucas se durmió relajado y feliz, soñando con nuevas aventuras y futuros carreras. Aprendió que, aunque ser el campeón era genial, lo que realmente importaba era el esfuerzo, la amistad y sobre todo, nunca rendirse ante los desafíos.

Desde ese día, Lucas y Martín se convirtieron en grandes amigos y comenzaron a entrenar juntos. Siempre listos para la próxima gran carrera en la selva.

FIN.

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