La Gran Carrera de la Selva
En una verde y frondosa selva, donde los árboles parecían abrazar el cielo, todos los animales vivían en armonía, cada uno con su propio carácter y habilidades. Un día, el mono, siempre juguetón y curioso, decidió organizar una gran carrera para ver quién era el más veloz de todos. Pronto, se hizo un revuelo y los animales se fueron sumando a la idea. Entre ellos estaban el majestuoso león, el astuto cocodrilo, la elegante serpiente y el sabio elefante.
El mono saltó de rama en rama mientras explicaba las reglas. La carrera sería de un punto a otro, atravesando el río y salvando los obstáculos de la selva. El león, con su gran melena al viento, se creía el favorito. El cocodrilo se relamía al imaginar cómo ganaría nadando en el agua. La serpiente, sigilosa y ágil, pensó que podía deslizarse entre las ramas. Y el elefante, a pesar de su tamaño, estaba listo para demostrar su fuerza.
El día de la carrera llegó. Todos los animales se reunieron en la línea de partida, animados y emocionados. El mono, que actuaba como juez, alzó su mano y gritó: "¡A la cuenta de tres, serán libres de correr!" Uno, dos y ¡tres!
El león corrió con fuerza, superando rápidamente a los demás. Pero en su apuro, no se dio cuenta que había un gran charco de barro adelante. Al caer, quedó atascado, patinando y perdiendo tiempo. Mientras tanto, el cocodrilo se zambulló en el agua, disfrutando del fresco. Pero al salir, notó que el río estaba lleno de ramas y obstáculos que entorpecían su avance.
La serpiente, aunque ágil, decidía deslizarse lentamente, aprovechando cada agujero y cada sombra. Superó al cocodrilo, que luchaba con las ramas. El elefante, con paso firme y decidido, no se apresuró, confiando en que su estrategia de no desesperarse lo llevaría a la victoria.
A medida que avanzaban, el león, aunque atrapado, gritó: "¡Ayuda!" El elefante, pasando cerca, se detuvo. "Sostén mi trompa, amigo, te ayudaré", dijo el elefante. Con un gran esfuerzo, pudo llevar al león de vuelta a la carrera.
Mientras tanto, la serpiente vio que todos parecían tener problemas. "¡Qué extraño! , pensó. ¿Por qué no ayudan a los demás?" Entonces decidió ser valiente y tomó el camino del león, que estaba atascado. Ella, con su agilidad, ayudó al león a desatascarse, mientras el mono observaba emocionado. Cada uno jugando un papel fundamental en el apoyo a los demás.
Finalmente, todos llegaron a la meta, no sólo corriendo, sino también ayudándose mutuamente. El león, aunque fracasó en ser el más veloz, fue el que más aprendió en la carrera. "No siempre se gana solo, mis amigos", reflexionó.
Esa tarde, todos celebraron, no como campeones individuales, sino como un grupo unido que había demostrado que al trabajar juntos se podía lograr más que solo ser el más rápido. El mono, satisfecho con el éxito de su idea, entendió que la amistad y la colaboración son más valiosas que cualquier victoria.
Desde ese día, los animales de la selva nunca olvidaron aquel día de la carrera y continuaron ayudándose unos a otros. Y así, la selva siguió llena de risas, aventuras y, sobre todo, una gran lección sobre la importancia del trabajo en equipo. Al final, todos se dieron cuenta que no importa quién cruza la meta primero, sino cómo se llega allí, juntos, como amigos.
FIN.