La Gran Carrera de la Selva a la Ciudad



En un rincón apacible de la selva, donde los árboles eran altísimos y los ríos caudalosos, vivía una liebre llamada Lía. Era conocida por su velocidad y su espíritu competitivo. Cierta mañana, mientras jugaba con sus amigos, escuchó un gran alboroto. Era Tomás, la tortuga, quien había decidido organizar una carrera desde la selva hasta la ciudad.

"¡Vamos a hacer la carrera más divertida de todas!", exclamó Tomás con entusiasmo, moviendo su caparazón.

"¡Yo puedo ganarles a todos!", desafió Lía, con una sonrisa arrogante.

Los otros animales decidieron participar también, emocionados por la idea. La carrera prometía ser el evento del año, así que se acordó una fecha y todos comenzaron a prepararse.

Un día antes de la carrera, Lía se sentía tan confiada que decidió dormir un poco más y no practicar. Mientras tanto, Tomás decidió prepararse mejor, haciendo ejercicios y planificando su ruta.

El día de la carrera llegó, y muchos animales se reunieron para ver a sus amigos competir. Lía y Tomás se alinearon en la línea de salida. El loro Pipo sería el encargado de dar la señal.

"¡Uno, dos, tres!", gritó Pipo con toda su fuerza.

La liebre salió disparada, dejando a todos atrás. Tomás, con su paso lento pero constante, empezó a avanzar a su propio ritmo.

A medida que avanzaba, Lía poco a poco se alejaba de la selva y se adentraba en la ciudad. Sin embargo, al llegar a la gran urbe, todo le resultó confuso. Los ruidos de los coches, las luces brillantes, y las calles llenas de gente la desorientaron.

"¿Dónde estará el camino?", se preguntó Lía, mientras miraba a su alrededor.

Mientras tanto, Tomás continuaba en la selva, tomando su tiempo, disfrutando del paisaje. Pasó por un lindo arroyo y vio a algunos animales amigables. Su ritmo constante le estaba ayudando a mantenerse enfocado.

De repente, Lía decidió que lo mejor sería pedir ayuda. Localizó a una amable paloma.

"Disculpa, ¿puedes decirme cómo llegar al final de la carrera?", preguntó Lía, un poco agitada.

"Claro, solo sigue este camino y pregunta a los demás si te pierdes. ¡Ten cuidado!", respondió la paloma, volando hacia el cielo.

Lía retoma su carrera, pero mientras buscaba el camino correcto, muy cansada de tanto correr y con la cabeza llena de dudas, escuchó un pequeño ruido detrás de ella. Era Tomás, que avanzaba despacio pero seguro.

"¡Tomás!", exclamó Lía, sorprendida, "¿Cómo es posible que estés aquí?"

"Voy a mi ritmo. Siempre he creído que lo importante es avanzar y disfrutar del camino, no solo llegar primero", le contestó Tomás con una sonrisa.

Lía, que había estado tan concentrada en llegar, se dio cuenta de lo que había perdido. Mientras tanto, Tomás continuaba avanzando, tranquilo, mientras Lía se apresuraba a alcanzarlo.

Tomás llegó a una encrucijada. Había un camino que llevaban a las luces brillantes de la ciudad y otro hacia un hermoso paraje natural.

"¿Qué camino debo tomar?", se preguntó Tomás, mientras contemplaba ambas opciones.

Finalmente, decidió seguir su instinto y eligió el camino natural.

Lía, en cambio, había decidido seguir al pie de la letra la señalización de la carrera, pero no se estaba divirtiendo. La ciudad era increíble, pero se había olvidado de disfrutar el proceso.

De pronto, Lía notó algo. En la distancia, veía a Tomás avanzando firme por el camino natural y no pudo evitar sentir admiración.

"¡Espera, Tomás!", gritó mientras se acercaba.

Tomás se detuvo al escucharla y le dijo:

"¡Hola, Lía! ¿Qué te parece si corremos juntos desde aquí? Después de todo, lo importante es disfrutar y no solo ganar."

Lía miró a su alrededor. Comprendió que no solo se trataba de competir, sino de disfrutar de las maravillas de la naturaleza que tanto había olvidado.

Juntos, Lía y Tomás continuaron su carrera, riendo y disfrutando de la compañía del uno al otro. Cuando llegaron al final, los demás animales los estaban esperando, animando a ambos.

"¡Bienvenidos, Lía y Tomás!", gritaron con alegría.

"No importa quién ganó", dijo Pipo, el loro, "lo importante es que ustedes se divirtieron y aprendieron a hacerlo juntos."

Lía, sonriendo de oreja a oreja, miró a Tomás.

"Gracias, Tomás. Ahora sé que no solo se trata de ser rápida. ¡Es mucho más divertido compartir!"

Y así, en la selva que se extendía hasta la ciudad, Lía y Tomás aprendieron una lección valiosa sobre la amistad, la perseverancia y el verdadero significado de disfrutar cada paso del camino.

FIN.

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