La gran carrera de los colores



En un pequeño y bullicioso pueblo llamado Arcoíris, donde los edificios eran de todos los colores imaginables, vivía una pequeña niña llamada Lila. Lila tenía una gran pasión: ¡el arte! Pasaba horas pintando en su cuaderno y soñaba con ser una gran artista algún día. Pero había un pequeño problema: no se atrevía a mostrar sus obras a los demás, ya que temía que no les gustaran.

Un día, al despertar, Lila escuchó una gran conmoción en la plaza central del pueblo. Al asomarse por la ventana, vio a todos los habitantes reunidos para una emocionante noticia.

- ¡Anuncio especial! – gritó el alcalde, un hombre canoso con un sombrero radiante. - ¡Este sábado tendremos la primera Gran Carrera de los Colores! Todos están invitados a participar, y al final, habrá un premio para el corredor más creativo.

Los niños comenzaron a murmurar entre ellos.

- ¡Voy a pintar mis zapatillas! – dijo Matías, un niño que siempre iba a la moda.

- ¡Yo haré una capa de superhéroe! – exclamó Sofía, que siempre soñaba con volar.

Lila, emocionada pero con miedo, se sintió un poco fuera de lugar. Ella quería participar, pero no sabía cómo podía hacer algo tan original. Entonces, decidió que tal vez podría crear una pintura grande para ayudar a decorar el pueblo.

A pesar de que le costaba mostrar su arte, Lila buscó un lugar amplio y comenzó a pintar un mural en la pared de la escuela. Mientras trabajaba, vio a sus vecinos pasar y mirarla con curiosidad.

- ¿Qué estás haciendo, Lila? – preguntó su amigo Lucas.

- Estoy pintando un mural para la carrera – respondió Lila, bajando un poco la mirada, sintiendo un cosquilleo en su estómago.

Lucas sonrió y dijo:

- ¡Qué genial! Cuando acabe la carrera, todos podremos disfrutarlo. Te animo a que también participes corriendo. – Lila sintió un pequeño empujón en su corazón.

A medida que pasaban los días, el mural se fue convirtiendo en una explosión de colores: flores, mariposas y arcoíris llenaban la pared. Pero, a medida que se acercaba la carrera, Lila seguía sintiendo nervios por mostrar su arte y, especialmente, por correr.

El día de la carrera, el pueblo estaba lleno de emoción. Cada niño llevaba algo original. Matías tuvo unas zapatillas pintadas de arcoíris y Sofía pasó volando con su capa. Cuando Lila llegó, la gente se dio vuelta y quedó asombrada al ver su traje: cada parte estaba decorada con los colores de su mural.

- ¡Lila! ¡Sos una artista! – gritaron los niños, aplaudiendo.

- ¡Tenés que participar! – animó Lucas.

Sintiendo una nueva confianza, Lila se unió a la línea de partida. El alcalde dio la señal de inicio y todos salieron disparados. Al principio, Lila se sintió abrumada, pero luego recordó lo que había pintado. Rió y sonrió mientras corría, sintiéndose parte del colorido espectáculo.

De repente, ocurrió algo inesperado: unos nubes oscuras comenzaron a cubrir el sol.

- ¡No, no, no! – gritó el alcalde mientras miraba al cielo.

Algunos niños comenzaron a detenerse, pero Lila, sintiéndose valiente, gritó:

- ¡No dejen que unos nubarrones detengan nuestra carrera! ¡Vamos a correr juntos, con fuerza y alegría!

Inspirados por su valentía, los otros niños la siguieron. Corrieron con más energía, dejando que los colores de sus trajes brillasen incluso con el cielo gris.

Finalmente, tras mucho esfuerzo, Lila llegó a la meta junto con sus amigos. Esa fue la carrera más divertida que había tenido y, al mirar hacia atrás, vio a todos celebrando sus colores.

El alcalde, emocionado, abrazó a todos y anunció:

- ¡No hay un solo ganador hoy! Todos ustedes son ganadores por el simple hecho de haber participado con tanto color y alegría.

Y así, el pueblo de Arcoíris celebró la carrera de los colores. Lila se dio cuenta de que, a veces, el verdadero arte era la alegría de compartir y ser uno mismo. Y desde ese día, nunca más tuvo miedo de mostrar su talento. Sueños grandes y en colores, pensó, ¡eso era lo que realmente importaba!

Y así, el pueblo de Arcoíris siguió siendo un lugar de creatividad y amistad, lleno de risas y colores por siempre.

FIN.

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