La Gran Carrera de Zapatillas de los Zapatonautas



En el tranquilo barrio de Villa Risueña, un grupo de amigos estaba a punto de vivir la aventura más divertida de su vida. Todo comenzó cuando Lucho, un pequeño inventor, decidió que era hora de organizar la primera Gran Carrera de Zapatillas. El dibujo de su flyer estaba lleno de colores, dibujos de zapatillas voladoras y, por supuesto, una gran estrella en el centro que decía: '¡Los Zapatonautas a la Calle!'.

Los amigos de Lucho se emocionaron y, al enterarse, Magui, la chica más competitiva del grupo, declaró:

"¡Yo voy a ganar! ¡Me voy a poner mis zapatillas mágicas!"

"¿Mágicas? ¿De qué hablas?" - preguntó Tobi, el chistoso del grupo, con una mirada entre divertida y desconfiada.

"¡Son mis zapatillas de la suerte! Cada vez que las uso, todo me sale bien.”

El día de la carrera, los niños se reunieron en la plaza del barrio, donde Lucho no solo había preparado el evento, sino que había trabajado en unas zapatillas especiales. Ahora, él tenía un secreto: había puesto un pequeño motor en sus zapatillas, que le haría correr más rápido que un rayo.

"¿Estás seguro que eso es legal?" - le preguntó Magui, mirando las zapatillas y frunciendo el ceño.

"¡Todo es legal si no te atrapan!" - respondió Lucho con una sonrisa pícara.

Durante la carrera, todos los amigos iban corriendo, riendo y gritando al mismo tiempo. Magui se adelantaba mientras Tobi le gritaba,

"¡Magui! ¡Tus zapatillas son como un cohete!"

Pero en medio de la carrera, al pasar por el parque, los niños no se dieron cuenta de que Lucho, que iba detrás, había sufrido un pequeño accidente y uno de sus motores se había activado de forma descontrolada.

"¡Ay no! ¡Ayuda!" - gritó Lucho, con sus zapatillas echando chispas y pasando como un cohete.

"¡Cuidado! Lucho está descontrolado!" - gritó Tobi, mientras todos intentaban no reírse, aunque la situación era bastante cómica.

"¡Voy como una bala! ¡No sé cómo parar!" - mencionó Lucho mientras zancadas lo llevaban cada vez más rápido.

Pero justo en ese momento, se cruzó un pequeño perro que, al ver a Lucho, comenzó a ladrar y correr detrás de él.

"¡Oh no, un perro!" - gritó Lucho, y el perro, entusiasmado, se unió a la aventura.

La gente en el parque no podía creer lo que estaba viendo: un niño, una especie de cometa, seguido por un perro a toda velocidad. Magui y Tobi, entre risas, decidieron ayudar a su amigo.

"¡Lucho, sigue corriendo! Vamos a hacer una barrera con nuestras zapatillas para detenerlo!" - dijo Magui, mientras Tobi comenzaba a quitarse las zapatillas.

Entre gritos y carcajadas, Magui y Tobi formaron una especie de barricada con sus zapatillas, mientras Lucho, aún en carrera, gritaba:

"¡No sé si esto va a funcionar!"

Pero la creatividad de sus amigos fue más rápida que el miedo. Cuando Lucho se acercó, logró, por un milímetro, esquivar las zapatillas y se dirigió hacia un pequeño arbusto que estaba al final del parque. Con un salto espectacular, se atrevió y,

"¡Soy un Zapatonauta! ¡Esto es increíble!" - gritó mientras aterrizaba suavemente.

Finalmente, Lucho se detuvo y el perro, que había seguido su imparable rastro, se quedó a su lado, mirando a su nuevo amigo como si fuera un héroe.

Todos rieron a carcajadas mientras el perro le lamía la cara a Lucho.

"Me parece que acabo de adoptar un compañero aventurero!" - dijo Lucho, acariciando al perrito.

Esa tarde, los amigos aprendieron que no importa cuán rápido vayas, lo verdaderamente importante es la diversión y la amistad.

Después de tantas risas, decidieron que harían la carrera cada mes, pero esta vez, ¡sin motores!

Y así fue como la Gran Carrera de Zapatillas se convirtió en un lindo recuerdo en la historia de Villa Risueña, donde las risas y la ironía jamás faltaron.

El perro, ahora llamado Trote, se convirtió en el nuevo miembro del grupo y aunque nunca llegó primero, siempre fue el que más alegraba la carrera.

FIN.

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