La Gran Carrera del Bosque



Una tarde soleada en el bosque, un pájaro llamado Pico estaba dando vueltas por el aire, disfrutando de la brisa fresca. Mientras volaba bajo, vio a su amigo Conejín saltando alegremente por el prado.

- ¡Hola, Conejín! -le gritó Pico.

- ¡Hola, Pico! ¡Qué lindo día para salir a jugar! -respondió Conejín, moviendo sus orejas con emoción.

Pico, en su naturaleza juguetona, tuvo una idea. - ¿Qué te parecería si hacemos una carrera hasta el viejo roble? ¡El que llegue primero es el campeón! -propuso el pájaro.

Conejín, siempre competitivo y lleno de entusiasmo, aceptó. - ¡Acepto tu desafío, Pico! ¡Voy a ganar! -dijo salteando con alegría. Ambos amigos se prepararon para la carrera, y después de contar hasta tres, comenzaron a correr.

Pico voló alto en el cielo, mientras Conejín saltaba veloz por el prado. Todo iba bien hasta que una nube oscura apareció de repente y cubrió al sol.

- ¡Oh no! -exclamó Pico, mientras miraba hacia abajo, donde Conejín seguía saltando. - Parece que va a llover. Necesitamos encontrar un lugar seguro.

- No puedo detenerme ahora, Pico. ¡La carrera está en juego! -gritó Conejín, decidido a no rendirse.

En ese momento, una ráfaga de viento sopló fuertemente, y Pico se dio cuenta de que era más seguro volar alto. - ¡Conejín! Sigue corriendo, y yo te avisaré si la lluvia se acerca. ¡Te espero en el roble! -dijo mientras tomaba altura.

Conejín siguió avanzando, confiando en su velocidad. Pero, de repente, la lluvia comenzó a caer. - ¡Ay, no! -chirrió Conejín. El suelo se volvió resbaladizo y la visibilidad se redujo.

Mientras tanto, Pico observó desde arriba. - ¡Conejín, ten cuidado! ¡El camino es peligroso ahora! -gritó preocupado.

- ¡No puedo detenerme! -respondió Conejín, intentando mantenerse en pie. De pronto, se cayó y empezó a rodar hacia un pequeño charco.

Pico, al ver que su amigo estaba en aprietos, descendió rápidamente. - ¡Conejín! ¡Agárrate! -dijo mientras extendía una de sus patas hacia él. Conejín, empapado pero decidido, se agarró a la pata de Pico, que lo llevó a un lugar seguro bajo un frondoso arbusto.

- Gracias, Pico. No sé qué haría sin ti. Pensé que iba a perder la carrera -dijo Conejín mirando a su amigo con gratitud.

- No se trata solo de ganar o perder. La amistad es lo más importante. Lo que importa es que estamos juntos y nos cuidamos -respondió Pico, sonriendo.- ¡Ahora esperemos a que pase la tormenta!

Después de un ratito, la lluvia cesó, y el sol volvió a brillar. Conejín miró a su alrededor y, aunque aún estaba un poco empapado, se sentía feliz.

- ¿Qué te parece si terminamos la carrera, aunque sea bajo la lluvia? -sugirió Conejín.

- ¡Eso suena genial! -dijo Pico entusiasmado. Ambos se pusieron de acuerdo en una nueva regla: la estrategia era más importante que la velocidad.

Así que, ahora unidos, deciden continuar la carrera, pero en lugar de competir entre ellos, compitieron juntos contra la lluvia y el barro, ayudándose mutuamente a saltar sobre los charcos y a elegir el mejor camino.

Finalmente, llegaron al viejo roble, riendo y mojados, pero felices. Cuando llegaron, ambos dijeron al unísono:

- ¡Hemos ganado!

Se miraron y rieron, dándose cuenta de que la carrera no fue sobre quién llegó primero, sino sobre compartir momentos, apoyarse y disfrutar de la aventura juntos. Desde ese día, Pico y Conejín decidieron que, aunque les gustaba competir, lo más importante era estar juntos y disfrutar de la diversión.

Cada vez que cruzaban el prado, recordaban lo que habían aprendido ese día: la verdadera amistad siempre gana.

FIN.

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