La Gran Carrera del Domud
En un hermoso pueblo rodeado de montañas y ríos de aguas cristalinas, vivía un pequeño y curioso domud llamado Dino. Dino era diferente a los demás domuds, que siempre parecían confiar en la velocidad y la fuerza. Dino tenía un corazón amable y una increíble habilidad para pensar rápido en situaciones complicadas.
Un día, el alcalde del pueblo, una anciana tortuga llamada Doña Tula, decidió organizar la Gran Carrera del Domud, un evento muy esperado que atraía a participantes de todos los rincones del bosque. La noticia de la carrera spreadió como un reguero de pólvora, y todos los domuds se prepararon para competir.
"¡Voy a ganar!" - decía Rubén, el domud más fuerte del pueblo, mientras levantaba enormes troncos como si nada.
"No hay manera de que me ganes!" - respondía Lili, la domud más rápida, quien siempre se burlaba de Dino por ser más pequeño y lento.
Dino observaba a sus amigos desesperados, no se sentía mal por no ser el más fuerte o el más rápido, sino que simplemente quería ser parte de la aventura. Entonces, un día antes de la carrera, decidió inscribirse.
Las demás criaturas del bosque se sorprendieron al ver a Dino en la lista de participantes.
"¿Estás seguro, Dino?" - le dijo su amiga Carla, la ardilla.
"Sí, quiero intentarlo. Quizás no gane, pero al menos voy a divertirme y aprender algo nuevo" - respondió Dino con una sonrisa.
El día de la Gran Carrera llegó, y el ambiente estaba cargado de emoción. Todos los domuds, con sus colores vibrantes, se alinearon en la línea de salida. Doña Tula, con su voz melodiosa, dio la señal de inicio.
"¡En tres, dos, uno, ya!"! - y todos salieron corriendo a toda velocidad.
Rubén y Lili tomaron la delantera de inmediato, dejando a Dino rezagado. Pero él no se desanimó. A medida que corría, observó a su alrededor y notó lo que otros no veían. Había un gran arroyo en el camino que parecía difícil de cruzar.
"¡Miren!" - gritó Lili, frenando en seco. "¿Cómo vamos a cruzar eso?"
Rubén intentó saltar, pero no calculó bien y terminó en el agua. Sin pensarlo, Dino corrió hasta un árbol cercano y buscó ramas largas, luego se acercó a sus amigos.
"¡Chicos! Pongan estas ramas como puente, así podemos pasar!"
Rubén, aún empapado, miró a Dino con admiración. "No se me había ocurrido. Vamos, hagámoslo!"
Los tres juntos, con la ayuda de otros domuds, lograron construir un puente improvisado y atravesaron el arroyo. En la otra orilla, Rubén y Lili parecían más sorprendidos que nunca, pero decidieron seguir corriendo, dejando a Dino atrás.
Mientras avanzaban, el camino se hizo más difícil; aparecieron montículos de barro y arbustos espinosos, donde Rubén y Lili perdieron tiempo tratando de despejar su paso. Dino, por su parte, se detuvo a pensar cómo podría ayudar de nuevo, así que buscando por el suelo, encontró hojas amplias que podían usarse como escudo.
"¡Puedo usar estas hojas para protegernos!" - exclamó mientras se acercaba a sus amigos que luchaban.
Clasificó en un momento, cada uno tomó una hoja y avanzaron en grupo, enfrentando los peligros del camino juntos. Todos descubrieron que trabajando en equipo y utilizando las ideas de todos, podían avanzar más rápido.
Finalmente, después de escalar una pendiente empinada y correr una última recta, llegaron a la meta. ¿Quién ganó la carrera? Para sorpresa de todos, estaba Dino en primer lugar. Pero era algo diferente. Frente a él, al cruzar la línea, había un gran letrero de papel que decía:
"¡Todos son ganadores aquí!"
Dino sonrió. "Quizás no solo porque crucé primero, sino porque juntos ayudamos a todos y nos divertimos en el camino. Eso es lo que realmente importa".
La multitud aplaudió mientras cada domud celebraba el esfuerzo de todos. Doña Tula se acercó y dijo:
"Este fue el gran mensaje de hoy: en la vida no se trata solo de ser el más rápido o el más fuerte, sino de ser solidarios, creativos y aprender juntos. ¡Felicidades a todos!"
Dino se sintió feliz. Había descubierto que su verdadero talento era ayudar a otros y pensar en soluciones. La Gran Carrera del Domud fue un éxito, no solo por los trofeos y las medallas, sino por la unión de todos los participantes.
Desde ese día, Dino se convirtió en el domud más querido del pueblo, y todos se sintieron inspirados a ser creativos y amables entre ellos, sin importar si ganaban o no. La Gran Carrera había comenzado como una competencia, pero terminó siendo una celebración de amistad y trabajo en equipo.
FIN.