La gran carrera del huerto
Érase una vez en un pequeño y colorido huerto, un grupo de verduras que vivía felices entre flores y mariposas. Había una mesa de picnic entre las plantas, donde todos se reunían para contar historias y compartir momentos. La mesa era muy especial porque siempre estaba llena de amor y risas. Entre las verduras, había un pepino llamado Pipo, que soñaba con ser el más rápido de todos en una carrera. Pero había un problema: a Pipo no le gustaba su aspecto, se sentía un poco 'feo' porque creía que no era tan atractivo como las lechugas o los tomates.
Un día, la mesa, que era muy sabia, propuso una competencia para ver quién era el más veloz del huerto. "¡Organizaremos la gran carrera del huerto!", dijo la mesa con entusiasmo. "El que gane recibirá una corona de flores y serás el rey o la reina del huerto durante un mes!" Todos se emocionaron al escuchar esto.
Pipo sintió un cosquilleo en su interior. "Quizás si hago lo mejor que pueda en la carrera, podré ver que no importa cómo luzca. ¡Lo importante es lo que hace mi corazón!" Se motivó y comenzó a entrenar todos los días. Corrió entre las plantas y saltó los charcos de agua, mientras que las demás verduras, como la zanahoria Carla y el tomate Tino, lo miraban con admiración.
Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, mientras Pipo estaba calentando, se tropezó y rodó por el suelo sucio. "¡Ay! Estoy tan feo ahora", se lamentó, viendo su piel llena de tierra.
Justo en ese momento, la dulce remolacha Rita lo consuelo. "¡Pero estás lleno de vida, Pipo! ¡Cada marca en tu piel cuenta una historia de esfuerzo y valentía!". Pipo sonrió y decidió seguir adelante.
El día de la carrera llegó, y todos los vegetales estaban concentrados en la línea de salida. La mesa organizó la carrera con gran emoción. "¡En sus marcas, listos, fuera!" gritó la mesa.
Todos comenzaron a correr. Pipo comenzó un poco lento, ya que las lechugas y los tomates llevaban la delantera. Pero recordó las palabras de Rita y comenzó a dar lo mejor de sí mismo. "No importa si estoy atrás, voy a correr con todo mi corazón", pensó mientras avanzaba con determinación.
A medida que avanzaba, la gente del huerto comenzó a animarlo. "¡Vamos Pipo! ¡Podés hacerlo!". Las palabras de aliento le dieron fuerzas, y una nueva energía brotó de su interior. Así, con cada impulso, Pipo alcanzó velocidad y superó a varios competidores.
Cuando parecía que todo estaba perdido, las zanahorias, en una extraña competencia de velocidad, se entrelazaron y comenzaron a tropezar entre ellas. Pipo, con su agilidad, se deslizó entre ellas y logró adelantarse. De pronto, la remolacha Rita también sorprendió a todos y tomó la delantera en un año también. "¿Quién ganará?", murmullaban todos.
Finalmente, en la última recta, Pipo y Rita estaban codo a codo. "¡Vamos, Pipo! ¡Tienes un gran corazón!" gritó Rita. "¡Vamos, Rita! ¡Eres increíble!" respondía Pipo. Juntos cruzaron la meta en un emocionante final. La mesa anunció "¡Es un empate! ¡Ambos merecen el título de reyes del huerto!".
Desde aquel día, Pipo se sintió más feliz con su apariencia, pues había aprendido que la verdadera belleza se encuentra en ser uno mismo y en el amor y la amistad que compartimos con los demás. Todos celebraron con una gran fiesta en la mesa, donde compartieron risas, historias, y por supuesto, un delicioso banquete preparado con amor en el huerto. Y así, Pipo el pepino y Rita la remolacha expandieron su amistad, demostrando que la verdadera victoria era el cariño cultivado entre ellos.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pero la amistad y la autoaceptación siempre seguirán floreciendo.
FIN.