La Gran Carrera del Parque
Era un día soleado en el parque de la ciudad, el lugar favorito de todos los chicos del barrio. Los árboles estaban llenos de hojas verdes y los pájaros cantaban alegres. En un rincón del parque, un grupo de niños jugaba con una pelota. A todos les hacía mucha ilusión hacerlo, pero había un niño que se sentía un poco triste.
Este niño se llamaba Tomás, y tenía una silla de ruedas. Aunque era muy divertido y siempre sonreía, a veces, cuando veía a sus amigos correr, deseaba poder jugar como ellos.
"¡Hola, chicos! ¿Puedo unirme a ustedes?" - preguntó Tomás, acercándose con su silla.
"Claro, Tomás. Pero no sé si vas a poder seguirnos..." - dijo Pablo, el más rápido del grupo, mientras la pelota rebotaba en el suelo.
Tomás bajó la mirada. Sabía que no podía correr, pero su mente empezaba a llenarse de ideas.
"¿Y si hacemos una carrera que incluya a todos?" - propuso.
Los demás niños lo miraron curiosos.
"¿Cómo, Tomás?" - preguntó Ana, que tenía los ojos llenos de inocencia.
"Podemos organizar una 'Gran Carrera del Parque' donde todos tengan una forma de competir, no importa cómo. ¡Yo les mostraré!" - dijo Tomás entusiasmado.
Los amigos se miraron, luego asintieron con la cabeza. Esa idea era genial, ellos querían que Tomás se divirtiera. Comenzaron a planear la carrera, cada niño aportó ideas.
"Yo puedo correr rápido y llevar un cronómetro." - dijo Pablo.
"Yo puedo traer globos para decorar el lugar." - aseguró Ana.
"Y yo puedo traer mis patines y participar también!" - dijo Luis.
Tomás sonreía cada vez más porque estaba sintiendo que su idea estaba tomando forma. Ellos decidieron que en la carrera habría varias categorías: una para los que corrieran, otra para los que usaran patines y una más para Tomás con su silla de ruedas.
El día de la carrera, el parque se llenó de colores. Había cintas brillantes atadas a los árboles, globos flotando en el aire, y todos estaban muy emocionados. Tomás, con una gran sonrisa, se acomodó en su silla de ruedas decorada con vinilos de colores.
"¡Listos, set, ya!" - gritó Pablo, y la carrera comenzó. Los niños salieron disparados como flechas.
Tomás, con su energía, comenzó a avanzar también. La gente del parque empezó a mirar, cada uno animando a sus amigos. Tomás se movía ágilmente mientras iba adelante. Bajo el aliento de sus amigos, no podía dejar de sonreír.
"¡Vamos, Tomás! ¡Sos el mejor!" - gritaban todos.
A mitad de la carrera, algo inesperado ocurrió. Pablo, que había estado muy rápido, tropezó y cayó al suelo.
"¡Ay! Me duele la rodilla..." - se quejaba, mirando cómo su tiempo se iba.
Tomás, al verlo, rápidamente cambió de dirección.
"¡Pablo! ¿Necesitás ayuda?" - preguntó mientras se acercaba.
"Sí... creo que sí. No puedo seguir..." - respondió Pablo, con un brillo de tristeza en los ojos mientras veía que todos continuaban.
Aquella situación hizo que Tomás tomara una decisión.
"No vamos a dejar a nadie atrás. ¡Todos juntos!" - dijo Tomás, sintiendo que era importante ayudar a su amigo.
Sin pensarlo dos veces, Tomás empujó su silla hacia Pablo e hizo que se apoyara en su respaldo. Juntos, comenzaron a avanzar lentamente, pero con un solo objetivo: llegar a la meta juntos.
Los chicos que habían llegado lejos escucharon a los gritos de Tomás y se dieron vuelta. Al ver que ambos avanzaban juntos, decidieron regresar y alentarlos.
"¡Vamos, Tomás y Pablo! ¡Ustedes pueden!" - gritaron.
Al llegar a la meta, todos esperaban con ansias. La llegada de estos dos amigos, unidos por la amistad, fue celebrada por todos.
"¡Lo lograron! ¡Increíble!" - aclamaban los demás niños.
Tomás, sin dudarlo, sonrió y levantó su mano en señal de victoria.
"¡Esta carrera nos enseñó que la verdadera diversión está en estar juntos!" - exclamó.
Y así fue como, a través de una simple carrera, todos los niños aprendieron el verdadero valor de la inclusión y la amistad. Desde entonces, cada vez que se juntaban para jugar, siempre recordaban la gran carrera del parque, donde no solo compitieron, sino que se unieron para ayudar.
Tomás ya no se sentía triste. Sabía que tenía un grupo de amigos que lo incluía en todo y comprendía que, juntos, podían hacer cualquier cosa especial.
FIN.