La Gran Carrera en la Ciudad Floresta
Había una vez, en un lugar lleno de flores y árboles, una tortuga llamada Tula. A pesar de su nombre, Tula era más rápida que el viento y vivía en una ciudad mágica llamada Floresta, donde todos los animales eran amigos. Desde la ardilla saltarina hasta el pájaro cantor, todos tenían su propio lugar y función en la ciudad.
Un día, Tula se encontró con su mejor amigo, un conejo llamado Rolo, que estaba muy emocionado.
"¡Tula, Tula! ¡Hoy es el día de la gran carrera de la ciudad!" - gritó Rolo, saltando de alegría.
"¡Eso suena genial, Rolo! Pero, ¿sabes qué? Me siento un poco nerviosa." - respondió Tula.
Rolo sonrió y le dijo:
"No te preocupes, todos creemos en ti. Además, eres la tortuga más rápida de Floresta. ¡Podés hacerlo!"
Mientras tanto, otros animales ya estaban entrenando para la carrera. El gallo Alberto estaba estirando sus alas, y la liebre Lucía hacía saltos acrobáticos. Aunque Tula se sentía segura de sí misma, su veloz compañera de carrera, Lucía, la hacía dudar un poco.
"Me preocupa que esa liebre sea demasiado rápida. Siempre llega primero en todas las carreras." - comentó Tula a Rolo mientras miraban a Lucía.
"No te compares con los demás. Cada uno tiene su propio ritmo. Si creés en vos misma, harás tu mejor esfuerzo. ¡Los amigos estamos aquí para apoyarte!" - dijo Rolo, dándole un empujón a su amiga.
Finalmente, llegó el día de la carrera. Todos los animales se reunieron en la línea de salida, llenos de emoción. El gran búho Donato, el juez de la carrera, levantó su ala y dijo:
"¡Animales de Floresta! ¡Bienvenidos a la gran carrera anual! Recuerden, lo importante es participar y disfrutar. ¡Que comience la carrera!"
¡Y ZAS! Las patas y patas comenzaron a moverse. Tula empezó bien, pero pronto sintió la presión.
"¡Vamos, Tula! No mires a los lados! Concéntrate en tu camino!" - le gritó Rolo.
Sin embargo, Lucía ya había tomado la delantera, y Tula se puso un poco nerviosa. La liebre parecía volar por el camino, con su velocidad imparable.
"Sabés que no puedo competir con esa velocidad. Quizás debería rendirme." - Tula pensó mientras su corazón latía con incertidumbre.
Pero en ese momento, escuchó la voz de Rolo a sus espaldas:
"¡Tula! ¡Además de ser rápida, tu perseverancia es lo que te hace especial! No te rindas, seguí adelante. ¡Contá con nosotros!"
Con el aliento de su amigo, Tula empezó a correr con todo su esfuerzo. Con cada paso, recordó lo mucho que había entrenado, la alegría de sus amigos y lo que significaba para ella la carrera. Poco a poco, fue acortando la distancia con Lucía.
Pero cuando parecía que Tula alcanzaba a la liebre, un giro inesperado sucedió: un arroyo apareció en la ruta, cubierto de hojas. Lucía, confiada en su velocidad, trató de saltarlo, pero no logró caer en equilibrio.
"¡Ay, noooo!" - gritó Lucía mientras daba un trompo y caía en un charco de barro, manchándose de pies a cabeza.
Tula no se detuvo. Siguió corriendo y logró saltar el arroyo, manteniendo su balance. Al llegar a la meta, los otros animales la recibieron con aplausos.
Rolo alzó sus patas con emoción:
"¡Lo hiciste, Tula! ¡Sos la mejor!"
Mientras todos celebraban, Tula miró hacia atrás y vio a Lucía levantándose con la ayuda de los demás animales.
"¡Lucía! ¿Estás bien?" - preguntó preocupada Tula.
"Sí, creo que sí. Gracias por preocuparnos, Tula. ¡Creí que iba a perder!" - dijo Lucía.
Tula se acercó y le ofreció su mano.
"Creo que lo más importante de esta carrera no es quién llega primero, sino el apoyo que nos damos entre amigos. ¿Te parece que merezcamos compartir el premio?"
Y así fue como Tula y Lucía no solo se convirtieron en compañeras de carrera, sino en mejores amigas. Todos se unieron para celebrar la victoria de la amistad, donde cada uno de ellos, sin importar su ritmo, aprendió que nunca hay que dejar de intentar, y que lo mejor de una carrera son quienes están a tu lado.
Desde ese día, Tula, Lucía y Rolo organizaron más carreras, no solo para competir, sino para disfrutar y aprender juntos en la maravillosa ciudad de Floresta.
FIN.