La Gran Carrera Jurásica



En un distante mundo prehistórico, donde los árboles eran tan altos como montañas y los ríos brillaban como diamantes, vivía un Tiranosaurio Rex llamado Tito. Tito era un dinosaurio enorme, con dientes afilados y una gran melena de plumas en su cabeza. Aunque parecía intimidante, tenía un corazón amable y soñador.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Tito se encontró con un grupo de velociraptores, conocidos como los Rapi, que eran los dinosaurios más veloces del lugar. Eran cuatro amigos: Sara, Nico, Tino y Berta. Ellos eran pequeños pero muy astutos y siempre se desafiaban entre ellos para ver quién corría más rápido.

"¡Hola, Tito!", gritó Sara, que era la más rápida. "¿Te gustaría unirte a nuestra carrera hoy?"

"¡Hola, Rapi!", respondió Tito, agitando su cola. "Me encantaría, pero no creo que pueda seguirles el ritmo. Ustedes son demasiado rápidos para mí".

"¡Vamos, Tito!", dijo Nico. "Nunca te has propuesto correr con nosotros y no sabemos de lo que eres capaz".

"Sí, ¡dale!", acotó Tino. "Siempre hay una primera vez para todo".

Tito sintió una chispa de emoción en su interior. Décidió aceptar el desafío, y todos fueron al valle donde se llevaría a cabo la carrera. El cielo brillaba con el sol y una suave brisa soplaba a través de los árboles.

Tomaron sus posiciones y, con un estruendoso grito de conteo, ¡la carrera comenzó!

Al principio, los velociraptores se dispararon a toda velocidad, dejando a Tito atrás.

"¡Vamos, Tito!", le animaron.

Mientras los Rapi corrían, Tito comenzó a aumentar su ritmo. Aunque no podía ser tan rápido como ellos, comenzó a descubrir un nuevo estilo de correr, que lo hacía sentir poderoso.

"¡Miren cómo corre!", gritó Berta.

Tito siguió avanzando mientras los velociraptores se distraían un poco. De repente, un giro inesperado ocurrió; el camino se volvió accidentado, con rocas y troncos en el camino.

"¡Cuidado!", gritó Sara.

Los velociraptores, que eran livianos y ágiles, saltaron por encima de las piedras, pero Tito, con su gran tamaño, debía ser más astuto. Entonces recordó lo que su madre siempre le decía: "No importa el tamaño, lo que importa es la inteligencia". Él se detuvo un momento y pensó.

Con su gran fuerza, empezó a empujar los troncos fuera del camino mientras avanzaba, ayudando a los velociraptores a sortear los obstáculos.

"¡Increíble Tito!", exclamó Tino. "¡Eres muy ingenioso!"

Así fue como Tito no solo siguió en la carrera, sino que se convirtió en el héroe del día. Al llegar a la meta, los velociraptores se sorprendieron de ver que Tito estaba a la par de ellos. Fue una carrera amistosa, y todos se rieron y celebraron.

"La verdadera victoria no es ser el más rápido", dijo Berta mientras todos se tomaban de las manos. "Es ayudarse los unos a los otros".

Al final, Tito se dio cuenta de que, aunque no había llegado primero, había aprendido que siempre se puede encontrar una manera de contribuir y hacer el bien.

Desde ese día, Tito y los velociraptores se hicieron grandes amigos, y frecuentemente organizaban carreras divertidas, donde la colaboración y la diversión eran más importantes que la velocidad.

Y así, en aquel mundo prehistórico, Tito y los Rapi aprendieron que en la vida, cada uno tiene su propio ritmo, pero juntos pueden lograr cosas maravillosas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!