La Gran Colecta de la Escuela Esperanza
Era un hermoso día de primavera en la Escuela Esperanza, pero algo estaba mal. La reciente tormenta había causado graves daños en el aula de ciencias y en la cancha de deportes. Los alumnos estaban tristes porque no podían realizar sus actividades preferidas, y el ambiente en la escuela se había vuelto sombrío.
Un día, mientras los chicos estaban en el recreo, Lucía, la representante del grado sexto, tuvo una brillante idea.
"¡Chicos! ¿Y si hacemos una colecta para ayudar a nuestra escuela?" - exclamó entusiasmada.
Los otros alumnos, curiosos, se acercaron a escucharla. Tomás, del grado cuarto, levantó la mano.
"Pero, ¿cómo podemos hacer eso?" - preguntó.
"Podemos pedir a nuestros padres que traigan cosas que ya no necesiten, y venderlas. También podemos organizar actividades divertidas y pedirle a la gente que done lo que pueda. ¡Así juntamos plata para arreglar todo!" - propuso Lucía.
Los chicos se miraron entre sí, y poco a poco, las sonrisas comenzaron a aparecer. Alejandro, del grado quinto, se entusiasmó y dijo:
"¡Sí! Puedo ayudar con juegos para la feria. ¡Hagamos una gran fiesta!"
Y así, la idea fue creciendo, y los alumnos empezaron a trabajar en equipo. Cada grado se encargó de una parte de la colecta. El primero en presentar su propuesta fue el grado primero, que decidió ofrecer dibujos hechos por ellos.
"¡Podemos vender nuestros dibujos!" - dijo Valentina, una de las más pequeñas.
"Y podemos decorar la entrada de la escuela con ellos para que todos los vean y se animen a colaborar" - añadió Mateo.
Mientras tanto, los más grandes comenzaron a organizar partidos de fútbol y torneos de vóley. La emoción crecía cada día más, y los alumnos se dedicaron a preparar el evento que se realizaría en una semana. Hicieron carteles, repartieron volantes y hablaron con sus vecinos.
"¡No se olviden de venir a la Feria de la Esperanza! Habrá juegos, comida y muchos sorpresas!" - gritaban por la calle, llenos de entusiasmo.
Finalmente llegó el gran día. La escuela estaba decorada con globos de colores y los padres llegaron con pilas de donaciones: ropa, juguetes, libros y comida. Las actividades se organizaban y todos los grados trabajaban juntos.
Pero, cuando parecía que todo iba a salir bien, una nube oscura se acercó al cielo. Los chicos miraron preocupados el clima.
"¡No puede ser! ¿Ahora va a llover?" - exclama Lucía, desilusionada.
"¿Qué hacemos?" - preguntó Tomás, asustado.
"No podemos rendirnos. Si llueve, el fin de semana siguiente haremos la colecta bajo techo. No vamos a dejar que la lluvia nos derrote" - propuso Alejandro, decidido.
Los alumnos pensaron en la opción, y decidieron adaptarse y buscar un lugar bajo techo. Con la ayuda de los padres, transformaron el gimnasio en un espacio lleno de energía y diversión. Aunque no lucía como lo imaginaron, el espíritu de la colecta siguió en pie.
La feria resultó ser un éxito rotundo. Las sonrisas y las risas resonaban en el gimnasio, y los padres se unieron a la causa. Al final del día, lograron recaudar una suma sorprendente.
"¡Lo logramos! ¡Hemos recaudado suficiente dinero para arreglar el aula y la cancha!" - celebró Lucía con emoción, mientras todos aplaudían.
Los días posteriores, los trabajos comenzaron de inmediato. Los chicos ayudaron a los trabajadores a elegir los colores para pintar el aula y a decidir cómo sería la nueva cancha. La comunidad se unió, y pronto, la Escuela Esperanza volvió a brillar.
Finalmente, el día de la reinauguración llegó. Estaban todos reunidos, y entre risas y canciones, la escuela estaba lista para recibir nuevamente a sus alumnos.
"¡Ahora sí! ¡Volvamos a estudiar y a jugar!" - gritaron al unísono.
Y así, los chicos aprendieron que, trabajando juntos, pudieron superar cualquier obstáculo. La Escuela Esperanza se convirtió no solo en un lugar de aprendizaje, sino en un verdadero hogar para ellos. ¡Y todos fueron felices por siempre!
FIN.