La Gran Escuela de Animales



Era un hermoso día en la Gran Escuela de Animales. El sol brillaba y los árboles estaban llenos de flores. En esta escuela, los alumnos no eran chicos comuns, eran animales de diferentes culturas, cada uno con su propio estilo de aprendizaje.

En la primera fila del aula, un pajarito llamado Liro, lleno de energía, estaba sentado con una gran sonrisa.

"¡Hoy vamos a aprender a volar en círculos!" - gritó, agitando sus alitas.

A su lado, una tortuga llamada Tula lo miraba con curiosidad.

"Yo prefiero leer sobre la historia de los vuelos. Eso me ayuda a aprender mejor" - dijo Tula con su suave voz.

Detrás de ellos, un mono llamado Momo hacía piruetas en su asiento.

"¡Yo aprendo mejor jugando!" - anunció, mientras hacía volteretas en el aire.

"Pero Momo, ¿no deberías escuchar primero?" - le sugirió una rana llamada Rini que se encontraba al borde de su silla, lista para saltar.

Así comenzó la clase de la señora Leona, la maestra de la Gran Escuela. Ella tenía un gran corazón y quería ayudar a todos sus alumnos a aprender de la mejor manera.

"Hoy, amigos, vamos a hablar sobre los viajes" - anunció, y todos los animales se quedaron atentos.

La señora Leona propuso un juego: cada uno tendría que contar un viaje que habían hecho y cómo lo habían aprendido.

"Yo hice un viaje a la montaña y aprendí a escalar" - comenzó Liro volando de un lado a otro.

"Yo aprendí sobre la historia de las montañas leyendo libros en la biblioteca del bosque" - interrumpió Tula.

"¡Yo quiero jugar a escalar!" - dijo Momo, dando un salto.

Rini miró a todos y dijo:

"Yo fui al lago y aprendí a nadar. ¡Podemos jugar a saltar desde la orilla!"

Los animales se emosionaron e hicieron varias ideas sobre el viaje de Rini.

Pero de repente, una nube oscura pasó por encima de la escuela.

"¡¿Qué es eso? !" - preguntó Liro asustado.

"Parece que va a llover. ¡Debemos buscar un lugar seguro!" - respondió Tula, y todos comenzaron a mirar a su alrededor.

"Pero no podemos salir a jugar así" - dijo Rini preocupada.

La señora Leona, viendo a sus alumnos asustados, decidió tomar control de la situación.

"Chicos, ¿qué tal si hacemos un día de aprendizaje en conjunto?" - propuso.

"¡Sí!" - exclamaron Momo, Liro, Tula y Rini.

La profesora les explicó que podían aprender de diferentes maneras, cada uno aportando su propio estilo. Así que comenzaron a intercambiar ideas. Momo llevó a todos a una aventura de juego al aire libre, donde podían aprender sobre la naturaleza y los animales.

"Vamos a buscar insectos y aprender sobre ellos mientras jugamos" - dijo Momo con entusiasmo.

Tula, por su parte, les habló sobre la importancia de respetar el entorno y cuidar la naturaleza mientras exploraban.

"A veces, el aprendizaje más importante está al aire libre, y siempre podemos aprender de los animales que encontramos" - mencionó.

Liro, lleno de energía, decidió crear un juego de vuelo imitando a los pájaros que veían, haciendo que todos se unieran al divertido juego.

"¡Volamos en círculos, como los gansos!" - decían mientras giraban en el aire.

Y Rini, como buena rana, hizo que todos hicieran saltos alegres entre los charcos, enseñándoles a disfrutar del agua y del riesgo de caer.

"¡Aprendemos mientras nos divertimos!" - dijo Rini, mientras salpicaba a sus amigos con agua.

Al final del día, la tormenta pasó y el sol salió de nuevo. Exhaustos pero felices, los animales se sentaron en círculo para hablar.

"¿Qué aprendieron hoy?" - preguntó la señora Leona.

"Que todos aprendemos de diferentes maneras" - respondió Tula con una sonrisa.

"Y que cada uno tiene algo especial que aportar" - agregó Momo.

"¡Y que aprender puede ser muy divertido!" - saltó Rini.

"Sí, y que siempre hay que estar listos para lo inesperado" - pensó Liro, mirando al cielo despejado.

Así, la Gran Escuela de Animales no solo se convirtió en un lugar de aprendizaje, sino también en un sitio donde se celebraban las diferencias, y todos los días eran una nueva aventura de amistad y conocimiento. Desde entonces, los estudiantes aprendieron a disfrutar cada momento, cada salto, y cada vuelo, porque sabían que juntos aprendían mucho más que separados. Y así, la Gran Escuela de Animales siguió creciendo en alegría, amistad y creatividad, recordando que la diversidad es lo que hace que el aprendizaje sea tan especial.

FIN.

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