La Gran Fiesta de Cumbia en la Ciudad de Colorín
En un lugar mágico llamado Ciudad de Colorín, donde las casas eran de colores vibrantes y los árboles bailaban con el viento, vivía una pequeña niña llamada Lola. Lola amaba la música, especialmente la cumbia colombiana. Cada vez que escuchaba el ritmo contagioso, sus pies comenzaban a moverse sin que ella pudiera controlarlos.
Un día, mientras estaba en el parque, Lola escuchó a una banda de músicos tocando cumbia. "¡Qué lindo suena!" - exclamó, y se unió al grupo de niños que ya estaban bailando. Todos reían y se divertían, pero Lola notó que había una niña llamada Clara sentada sola en un rincón.
"¿Por qué no bailás?" - le preguntó Lola a Clara.
"No sé bailar y no creo que pueda hacerlo igual que ustedes" - respondió Clara con tristeza.
Lola, con su chispa y energía, decidió que debía ayudar a Clara. "¡No te preocupes!" - dijo sonriendo. "La cumbia se aprende bailando y divirtiéndose. Vení, te voy a enseñar."
Clara dudó, pero la alegría de Lola era contagiosa. Se levantó y se unió a los demás. Lola le mostró los pasos básicos y, para su sorpresa, Clara comenzó a descubrir su propio ritmo. "¡Mirá, estoy bailando!" - gritó, y ambos comenzaron a reírse.
La cumbia continuó sonando, y mientras bailaban, otros niños se unieron a ellas. Pero de repente, una ráfaga de viento apagó la música. Los niños comenzaron a murmurar, confundidos y un poco asustados.
"¿Qué pasó? ¿Por qué se apagó?" - preguntó uno de los niños.
"La música no puede parar, ¡es una fiesta!" - exclamó Lola, improvisando un plan.
"¡Vamos a tocar con nuestras voces!" - sugirió Clara, con una sonrisa aumentando en su rostro.
"¡Sí! Todos podemos cantar juntos!" - dijeron los demás.
Así, uno de los niños comenzó a marcar el ritmo con las palmas, mientras otros se unieron con sus voces.
"Cumbia, cumbia, la fiesta va a comenzar, todos juntos, vamos a bailar!" - cantaron entusiasmados. Todos comenzaron a seguir el canto, y en ese momento, la música volvió a aparecer como por arte de magia.
"¡Lo logramos!" - gritaron todos al unísono. La banda de músicos, que había estado preparándose en un rincón, decidió unirse a la diversión y continuaron tocando. La fiesta se volvió más intensa y colorida.
A medida que la tarde pasaba, Lola y Clara se convirtieron en las mejores amigas. Clara había ganado confianza en sí misma y se dio cuenta de que no se necesitaba ser perfecta para disfrutar de la música y el baile. "¡En realidad puedo bailar!" - exclamó mientras se movía al ritmo de la cumbia.
El evento se convirtió en una gran tradición en Ciudad de Colorín. Cada año, los niños organizaban una fiesta de cumbia donde todos, sin importar habilidades o temores, podían bailar y cantar juntos. Y así fue como Lola, Clara y sus amigos aprendieron que la verdadera magia de la cumbia no solo estaba en los pasos de baile, sino en la alegría de compartir y celebrar juntos.
Y colorín colorado, este cuento de fiesta y amistad ha terminado.
FIN.