La Gran Fiesta de la IE 11501



Era un día soleado en la ciudad, y los alumnos de segundo grado D estaban más emocionados que nunca. Se acercaba el aniversario de la Institución Educativa 11501 y su querido profesor, Jorge Torres Pupuche, había preparado una gran fiesta. Los niños se reunieron en el aula para discutir los detalles y asegurarse de que todo estuviera perfecto.

- “¡Chicos! ¿Qué les gustaría hacer para la fiesta? ” - preguntó el profesor Jorge, con una sonrisa en su rostro.

- “¡Quiero que haya juegos! ” - gritó Lucas, moviendo su mano de arriba abajo.

- “¡Y mucha música! ” - agregó Valentina, moviendo sus cabellos con entusiasmo.

- “No podemos olvidar la comida. ¡Quiero torta y galletitas! ” - dijo Sofía, lamiéndose los labios.

El profesor Jorge asentía mientras anotaba las ideas en la pizarra, y así comenzaron a planear. Decidieron que habría juegos de carrera, muchos globos de colores y una hermosa mesa con comida y decoraciones alegóricas al aniversario. Pero había un problema: el salón donde se realizaría la fiesta estaba en el segundo piso, y algunos de los alumnos notaron que el ascensor no funcionaba.

- “¡Oh, no! ¿Cómo vamos a subir todo lo que preparamos? ” - se preocupó Mateo.

- “No se preocupen, chicos. Podemos organizar brigadas de transporte. ¡Dividámonos en grupos! ” - sugirió el profesor. Así hicieron, y entre risas comenzaron a subir cajas llenas de decoraciones, juegos y bocadillos por las escaleras. A medida que subían, a cada paso compartían chistes y cuentos.

Cuando llegaron al salón, los niños se sorprendieron: ¡el lugar estaba vacío y gris! Todo debía ser decorado, y el tiempo se estaba acabando.

- “¡No hay tiempo que perder! ¡A decorar se ha dicho! ” - exclamó el profesor Jorge con energía.

Los niños se pusieron manos a la obra: Lucas y Valentina inflaron globos y los colgaron del techo; Sofía y Mateo pintaron carteles con frases alegóricas como "¡Feliz Aniversario!" y "¡Vamos por más años juntos!"; mientras otros organizaban la comida y las mesas. Mientras trabajaban en equipo, no se dieron cuenta de que una pequeña nube de lluvia comenzaba a asomarse por la ventana.

No pasó mucho tiempo hasta que las primeras gotas comenzaron a caer, y un fuerte estruendo resonó en el edificio.

- “¡Ay, no! ¡La tormenta se viene! ” - alarmó Tomás, mirando por la ventana.

- “¡¿Y si la fiesta no se puede hacer? ! ¡Nosotros trabajamos mucho! ” - lamentó Sofía, con los ojos llenos de lágrimas.

El profesor Jorge, viendo la preocupación de sus alumnos, decidió pensar en voz alta:

- “¿Y si hacemos una fiesta dentro del aula? ¿Qué tal un picnic en el salón? Podemos poner mantas en el suelo y compartir la comida.”

Los ojos de los niños se iluminaron de nuevo al escuchar la propuesta del profesor. Trabajaron rápidamente para trasladar todo al aula. Armados con colores, pintaron la clase con dibujos de la naturaleza, pantallas de nubes y lluvia, logrando convertir ese espacio cerrado en un lugar maravilloso.

Finalmente, la fiesta comenzó. Los niños se acomodaron en el piso con mantas coloridas, disfrutando de la comida, cantando canciones y jugando juegos de mesa.

- “¡Esto es genial! La tormenta afuera ni se siente” - dijo Mateo, mientras comía su tercer alfajor.

- “¡Sí! La clase es nuestra selva! ” - añadió Valentina, mientras se refugiaba bajo un 'paraguas' de papel.

De pronto, los niños escucharon un fuerte golpe en la puerta.

- “¡Es seguro que se tratan de otras aulas! Tal vez también quieren unirse a la fiesta” - sugirió Lucas, mientras se levantaba para abrir.

Cuando lo hizo, se sorprendieron al ver a otros niños de diferentes grados que habían encontrado el camino debido al bullicio del festejo.

- “¡Hicimos un picnic! ¡Vengan, únanse! - invitó Sofía con alegría.

- “Pero… ¿Pueden hacerlo aquí? ” - preguntó una niña de tercer grado, sorprendida.

- “¡Sí! ¡Hoy somos todos amigos! ” respondió el profesor Jorge, con una sonrisa amplia.

Así, la fiesta se volvió una gran celebración, con juegos colaborativos y risas que resonaban por todo el aula. Y mientras el cielo rugía con truenos y relámpagos, en la IE 11501 había un bullicio de alegría, mágicamente transformando la tormenta en el mejor cumpleaños que nadie podría haber imaginado.

Cuando terminó la fiesta, los alumnos recordaron cómo habían trabajado en equipo y cómo, a pesar de los contratiempos, habían logrado hacer de un día gris, un día brillante.

- “Gracias, profe, por enseñarnos que las mejores fiestas son las que hacemos juntos, sin importar lo que pase” - concluyó Valentina, mientras todos los chicos aplaudían alegres.

- “Ustedes son increíbles. Hicieron de este día algo inolvidable” - respondió el profesor Jorge, sintiéndose orgulloso de su clase.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!