La Gran Fiesta de la Inclusión
En un hermoso bosque encantado, donde los árboles danzaban con el viento y las flores reían al sol, se preparaba la gran fiesta de la inclusión. Los animales, desde las majestuosas ciervas hasta las pequeñas hormigas, compartían la emoción en el aire.
"- ¡No puedo esperar para mostrar mi talento!", dijo Ratico, el pequeño ratón, con una sonrisa radiante.
"- Yo haré una danza en la cima de la colina", exclamó Lía, la cierva, dando un elegante salto.
Sin embargo, en el corazón del bosque, un extraño ruido rompía la armonía. Era Munchkin, el ogro de las montañas, que, aunque siempre había sido considerado diferente, soñaba con unirse a la fiesta.
"- Nadie quiere invitarme", murmuró Munchkin, con los ojos llenos de tristeza.
Al enterarse de su deseo, Ratico, con su gran corazón, decidió ayudar a Munchkin. "- ¡Vamos a hacer una invitación especial para él!", sugirió.
"- Pero, ¿y si no le gusta a los demás?", dudó Lía.
"- ¡No lo sabremos hasta que lo intentemos!", dijo el ratón con valentía. Así que, junto con otros amigos, hicieron una hermosa tarjeta y se la llevaron a Munchkin.
Al llegar, encontraron a Munchkin triste en su cueva. Al verlo, Ratico dio un saltito y dijo: "- Munchkin, ¡queremos que vengas a la fiesta!"
"- ¿De verdad?", preguntó Munchkin, sorprendido.
"- Por supuesto! Todos tenemos un lugar especial en la fiesta", aseguró Lía.
Con la ayuda de sus nuevos amigos, Munchkin se preparó para la fiesta. Mientras tanto, los otros animales, al enterarse de la llegada del ogro, comenzaron a murmurar.
"- Pero es un ogro, puede romperlo todo!", dijo un pajarito con miedo.
"- No podemos juzgarlo solo por su apariencia", contestó el sabio búho. "- Quizás tenga algo increíble que ofrecer."
Finalmente, llegó el día de la gran fiesta. El bosque estaba adornado con luces brillantes y risas resonaban en cada rincón. Los animales se movían al ritmo de la música y compartían platos deliciosos. Cuando Munchkin apareció, todos lo miraron con curiosidad.
"- ¡Hola a todos!", saludó el ogro nervioso, levantando una mano.
En ese momento, el suelo tembló un poco, y algunos animales se asustaron al pensar que iba a causar un problema. Pero Ratico, en un acto de valentía, corrió hacia él y dijo: "- ¡Vamos a mostrarles lo increíble que sos, Munchkin!"
"- Sí!", añadió Lía, animándolo. "- ¡Demostraremos que todos podemos ser parte de esto!"
Munchkin miró a su alrededor y, decidido, empezó a hacer malabares con grandes rocas. Los ojos de los animales se agrandaron y al principio se asustaron, pero luego se dieron cuenta de que Munchkin hacía malabares con gracia y precisión.
"- ¡Mirá cómo se divierte!", dijo un conejo pequeño, riendo.
A medida que avanzaba la tarde, los animales comenzaron a unirse a Munchkin. Se formó un espectáculo encantador donde cada uno mostró su talento, grandes y pequeños. Los miedos desaparecieron, y todos aplaudieron juntos.
Al final del día, mientras las estrellas comenzaban a brillar, Ratico, Lía y Munchkin se miraron y sonrieron.
"- Te lo dije, Munchkin, ¡todos tenemos un lugar en este bosque!", dijo Ratico, feliz.
"- Gracias por invitarme", respondió Munchkin, con una gran sonrisa.
Y así, la gran fiesta de la inclusión se convirtió en un evento inolvidable, donde todos aprendieron que la verdadera magia vive en la aceptación y en celebrar nuestras diferencias. Desde entonces, el bosque encantado no solo fue un lugar de unión, sino también un hogar para cada ser que habitaba en él.
FIN.