La Gran Fiesta de la Tierra
En un pequeño pueblo llamado Tierra Verde, donde la tierra era fértil y los árboles daban los mejores frutos, vivían un grupo de campesinos que soñaban con una vida mejor. Cada año, en el mes de la cosecha, organizaban una gran fiesta para celebrar su trabajo y compartir lo que tenían. Esta tradición unía a todos, pero había un problema: una gran compañía quería comprar esas tierras para construir un enorme centro comercial.
Un día, la noticia llegó a los campesinos.
"¿Escucharon lo que dicen? La empresa MegaCompra quiere comprar nuestras tierras", dijo Don Manuel, el viejo sabio del pueblo.
"No podemos dejar que eso pase, estas tierras son nuestras y de nuestros abuelos", respondió Clara, una jovencita apasionada por el campo.
Los campesinos se reunieron en la plaza para hablar sobre lo que podían hacer.
"Quizás podríamos unirnos para mostrar lo mucho que queremos estas tierras", sugirió Felipe, un niño que siempre corría entre los cultivos.
"Sí, pero ¿cómo?", preguntó Sara, que tenía un gran talento para la pintura.
Fue entonces cuando Clara tuvo una brillante idea.
"¡Hagamos una gran fiesta y mostremos a todos lo que producimos aquí! Invitemos a todos del pueblo y hagamos una feria con nuestras plantas, frutas y artesanías. ¡Así la gente podrá ver la importancia de nuestra tierra!"
Todos los campesinos aplaudieron y comenzaron a trabajar en la organización de la Gran Fiesta de la Tierra. Clara se encargó de los carteles, Sara pintó grandes murales, y Felipe corrió a recolectar frutas frescas y semillas para compartir.
Con el pasar de los días, la noticia de la fiesta se esparció por todo el pueblo, y para cuando llegaron al día del evento, muchos vecinos estaban ansiosos por participar. La plaza se llenó de colores, risas y sonidos alegres.
El día de la fiesta, los campesinos exhibieron todo lo que habían cultivado, con mesas llenas de frutas jugosas, y flores de colores. Las risas de los niños se mezclaban con las melodías de una bandita que estaba tocando. Pero entre toda esa alegría, la sombra de MegaCompra aún era un tema preocupante.
En medio de la fiesta, un hombre de traje se acercó.
"Hola, soy el representante de MegaCompra. Estaba interesado en saber por qué están organizando esto. ¿Acaso creen que pueden detener el progreso?"
"¡Estamos aquí porque esta tierra no es solo un lugar!", dijo Clara, con una voz firme.
"¡Es nuestra historia, nuestros recuerdos y nuestra vida!" agregó Don Manuel.
El hombre, al ver la pasión en sus rostros y la alegría de los niños, comenzó a dudar.
"Pero, esto podría ser un gran desarrollo para el pueblo...", murmuró, aún escéptico.
"Desarrollo, pero a costa de nuestra tierra y de lo que somos. ¿No se da cuenta de que si se llevan nuestras tierras, se llevan nuestras raíces?", preguntó Clara.
El representante parpadeó, y comenzó a mirar a su alrededor.
"Tal vez... no todo es cuestión de dinero. Quizás hay algo más que se pueda hacer..."
Esa noche, después de la fiesta, el hombre decidió volver a su oficina y hablar con sus jefes. Mientras tanto, los campesinos terminaron de limpiar la plaza y se sintieron orgullosos de lo que habían logrado.
Unos días después, el hombre volvió al pueblo, pero esta vez no venía solo.
"¡Hola a todos! Les traigo buenas noticias. He hablado con la compañía, y después de ver lo que han logrado hoy, hemos decidido no comprar la tierra", anunció.
"¡¿De verdad? !", gritaron todos a coro.
"Sí, creemos que es mejor apoyar sus esfuerzos para que continúen cultivando y manteniendo la tradición de Tierra Verde. ¡Están haciendo un gran trabajo!"
Los campesinos estallaron en un grito de alegría.
"¡Gracias, gracias!", cantaron mientras se abrazaban.
"Esto no solo es un triunfo para nosotros, sino también para nuestro pueblo", dijo Clara con una gran sonrisa, mirando a su gente.
Y así, con esfuerzo y unidad, los campesinos de Tierra Verde habían demostrado que la fuerza de las organizaciones campesinas podía cambiar el rumbo de sus vidas. Desde ese día, cada año celebraban con más ganas, recordando siempre que la tierra es un regalo que hay que cuidar y valorar.
Y, aunque pasaron muchas cosechas, la fiesta nunca dejó de ser un simbolo de esperanza y unión. En cariño a la tierra, y la lucha que la sostenía.
FIN.