La gran fiesta de las cerezas
Era un hermoso día soleado en el pueblo de Frutalonga, donde cada año se celebraba la gran Fiesta de las Cerezas. Todos los habitantes se preparaban para el evento más esperado del año: el desfile de carrozas. Este año, dos grandes amigas, Lila y Tomás, decidieron participar con una carroza muy especial.
"¡Vamos a hacer la carroza más colorida de todas!" propuso Lila, quien siempre había tenido un talento especial para el diseño.
"Sí, pero también necesitamos unos disfraces divertidos, algo que sorprenda a todos," respondió Tomás, mientras se sacudía las hojas de las cerezas que caían del árbol cercano.
Comenzaron a trabajar juntas con entusiasmo. Usaron cintas rojas y verdes, globos de helio, y muchas frutas de cartón para decorar la carroza. Lila pensó en que los disfraces debían ser algo único, así que decidió hacer unos trajes de cereza, con zapatos rojos brillantes que parecían de fiesta.
Los días pasaron volando y, antes de que se dieran cuenta, el día de la fiesta estaba a la vuelta de la esquina.
Ese día, el pueblo estaba lleno de alegría y risas. A lo lejos, podía escucharse la música y los niños jugaban felices. Lila y Tomás estaban nerviosas pero emocionadas mientras se ponían sus disfraces.
"¡Mirá qué bien nos quedan!" exclamó Lila al verse en el espejo.
"¡Sí! Parecemos dos cerezas gigante!" rió Tomás, moviendo con entusiasmo sus zapatos.
El desfile comenzó y cada carroza era más hermosa que la anterior. Sin embargo, cuando llegó su turno, algo inesperado sucedió. ¡La carroza no se movía!"¡Oh no! ¿Qué hacemos?" dijo Lila, desesperada.
"Quizás podamos empujarla," sugirió Tomás, tratando de no perder la esperanza.
Ambos comenzaron a empujar, pero no había manera de hacerla avanzar. En ese momento, los otros participantes del desfile se dieron cuenta de que sus amigos estaban en problemas.
"¡Vamos a ayudarles!" gritó un niño de la carroza de las frutillas.
Con la ayuda de todos, lograron empujar la carroza un poco. La música sonaba más fuerte y la alegría de todos motivó a Lila y Tomás. Pero de pronto, se dieron cuenta de que no estaban solas. Las pequeñas criaturas del bosque que siempre visitaban el pueblo se unieron al esfuerzo. Eran duendes, mariposas y hasta un par de ardillas, que con su alegría llenaron el ambiente de optimismo.
"¡Sí se puede!" gritaron todos juntos.
Finalmente, con el esfuerzo colectivo, la carroza comenzó a moverse despacio y luego aceleró por el recorrido, llenando el aire con risas y miradas sorprendidas. Todos los habitantes del pueblo vitoreaban y animaban a Lila y Tomás.
Cuando llegaron al final del desfile, aún estaban sorprendidas por cómo lo habían logrado juntas.
"No lo hubiera logrado sin vos, Tomás," le dijo Lila abrazándola.
"Y yo no lo hubiera hecho sin todos nuestros amigos. Fue un trabajo en equipo, como las cerezas que crecen juntas en el árbol. ¡Qué emocionante!" respondió Tomás con una gran sonrisa.
Al final del día, mientras todos se reunían para celebrar, Lila y Tomás se dieron cuenta de que la verdadera magia de la fiesta no solo estaba en la carroza, los disfraces o en los zapatos de cereza, sino en la amistad y en la unión de la comunidad.
"¿Prometemos hacerlo de nuevo el año que viene?" preguntó Lila.
"¡Claro! Pero la próxima vez, traeremos una sorpresa aún mejor," respondió Tomás, guiñándole un ojo.
Y así, entre risas y sueños, fueron las mejores amigas del pueblo y la historia de cómo cosecharon la alegría junto a sus amigos se convirtió en una tradición más de la Fiesta de las Cerezas.
Desde ese día, todos en Frutalonga aprendieron que cuando se trabaja en equipo, los problemas se convierten en oportunidades y las fiestas, en momentos inolvidables.
FIN.