La Gran Fiesta en el Rancho



Era un hermoso día en el rancho de la familia Pérez. El sol brillaba en lo alto y los animales de la granja estaban más animados que de costumbre. La vaca Lulú, el gallo Pío, la oveja Rita y el cerdito Ramón estaban listos para vivir una aventura especial.

"¡Hola, amigos!", saludó Lulú mientras rumiaba un poco de pasto.

"¡Hola, Lulú! ¡Hoy es un día perfecto para divertirnos!", exclamó Pío, ya preparado para cantar.

"Podríamos jugar a las escondidas", sugirió Rita moviendo su lana blanca.

"¡Genial! Yo quiero ser la buscadora", dijo Ramón emocionado.

Así que los animales decidieron jugar a las escondidas. Lulú contó hasta diez mientras los demás se escondían. Con un gran alarido, Ramón empezó a buscar.

Mientras tanto, Lulú, Pío y Rita se escondieron detrás de un gran arbusto.

"¿Qué pasa si Ramón no nos encuentra?", preguntó Lulú, algo nerviosa.

"No te preocupes, tiene un olfato excelente!", respondió Pío con confianza.

"¡Y además, habrá una recompensa si nos encuentra a todos!", agregó Rita, sonriendo.

De repente, el viento sopló y, con él, volaron algunas flores del campo. Ramón, que buscaba con ansias, se distrajo un segundo siguiendo el olor de las flores voladoras. Sin embargo, logró encontrarlos a todos uno por uno.

"¡Los encontré!", gritó Ramón con alegría.

"¡Bien hecho, Ramón! Ahora, ¿qué premio nos das por ganar?", preguntó Rita expectante.

"¡Una gran fiesta!", propuso Ramón, casi saltando de la emoción.

"¿Y cómo hacemos la fiesta?", preguntó Lulú.

El grupo pensó en diferentes ideas.

"Podemos pedirle a la gallina Clara que prepare unas ricas tortitas", sugirió Pío.

"Y yo puedo buscar algunas verduras frescas del huerto", añadió Lulú.

"¿Y qué tal un baile?", agregó Rita, que siempre había querido ver a todos bailando juntos.

Decididos a hacer la fiesta, los animales se pusieron manos a la obra. Ramona corrió hacia el gallinero para buscar a Clara y explicarle su idea.

"¡Clara, ¿podés hacernos esas tortitas deliciosas para celebrar? !", le dijo.

"Con mucho gusto, amigos!", respondió Clara, picoteando felizmente el suelo.

Mientras tanto, Lulú, Pío y Rita volvieron al campo, recogiendo las verduras frescas. Todo estaba listo para la fiesta. Desplegaron una manta bajo un gran árbol y comenzaron a prepararlo todo.

Cuando Clara llegó con el montón de tortitas bien apiladas, todos los animales se juntaron para probarlas. ¡Era un festín!"¡Mmm, están riquísimas!", exclamó Ramón.

"¡Esto merece un baile!", dijo Pío, ya moviendo las plumas del ala.

"¡Arriba, todos a bailar!", animó Rita.

Pero justo en ese momento, una nube oscura apareció en el cielo.

"Uh-oh, parece que se viene una tormenta", dijo Lulú, asustada.

"No podemos dejar que la lluvia arruine nuestra fiesta", bramó Ramón.

"¡A resguardarse, que no se empapen las tortitas!", gritó Pío.

Los animales tuvieron que pensar rápido. Se pusieron todos a trabajar en equipo, ayudando a llevar las tortitas a un lugar seco y asegurando el área con hojas grandes.

"¡Ya está!", dijo Lulú, exultante.

"¡Qué buen trabajo hicimos!", agregó Ramón, sintiéndose orgulloso.

"¡A pesar de la tormenta tendremos nuestra fiesta!", dijo Clara, alegre.

Cuando la lluvia finalmente comenzó a caer, todos los animales se reunieron bajo el refugio improvisado.

"¡Feliz fiesta!", gritaron todos juntos, y, en lugar de dejarse llevar por la tristeza, comenzaron a cantar y bailar al ritmo del agua que caía.

"¡Es la mejor fiesta que he tenido!", exclamó Pío, batiendo sus alas con entusiasmo.

"Y todo gracias a que trabajamos juntos", finalizó Rita.

La tormenta pasó, y cuando el sol apareció de nuevo, todos salieron de su refugio y siguieron disfrutando de la fiesta, riéndose, bailando y comiendo juntos. Desde aquel día, aprendieron que a veces, los imprevistos pueden traer momentos aún más divertidos si se enfrentan en equipo. Y el rancho de la familia Pérez nunca volvió a ser el mismo: cada año celebraban su gran fiesta, sin importar el clima, porque sabían que lo mejor de todo era la compañía de sus amigos.

Y así, cada vez que un nuevo día amanecía, los animales recordaban que en la granja, la felicidad estaba en trabajar juntos y disfrutar de cada momento.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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