La Gran Huelga de los Canillitas de la Selva
Era un caluroso día en la selva. Los canillitas, esos pequeños animales que se dedicaban a repartir las noticias, habían decidido hacer una huelga.
- ¡No más noticias sin un salario justo! - gritó Chisi, el canillita más valiente, mientras sostenía un cartel hecho de hojas. - ¡Basta de trabajar por palitos de fruta!
Los demás animales, al ver su valentía, se unieron. Sin embargo, la situación se tornó más complicada de lo que esperaban. Un día, mientras Chisi repartía un volante a sus amigos, llegó el oficial Pangu, un enorme y temido puma que controlaba la selva.
- ¡Detenidos! - rugió, atrapando a Chisi. - Ustedes no pueden hacer huelga sin mi permiso.
Los canillitas y otros animales quedaron paralizados por el miedo.
- ¡Eso no es justo! - protestó Rita, la ardilla. - Chisi solo quiere un sueldo digno.
- Pangu, ¡los canillitas merecen ser escuchados! - agregó Tito, el loro, revoloteando nervioso. Pero las palabras de los animales se perdieron ante la fuerza del puma, que se llevó a Chisi a la comisaría de la selva.
El resto de los canillitas, desesperados, decidieron organizarse. Se sentaron en un círculo frente a la comisaría, creando un gran alboroto.
- ¡Libertad para Chisi! - cantaban todos juntos, haciendo eco en la jungla. La noticia llegó rápidamente a todos los rincones, y así empezaron a reunirse más y más animales.
En medio del ruido y la confusión, apareció Lancelot, un pato que trabajaba de remis. Con sus alas bien extendidas, alzó la voz.
- ¡Silencio, por favor! Si seguimos así, Pangu no nos va a escuchar. Necesitamos un plan.
Los animales se miraron entre sí, intrigados por la propuesta de Lancelot.
- ¿Qué deseas sugerir, amable pato? - preguntó un elefante que estaba en primera fila.
- Propongo que cada uno de nosotros se presente aquí, con una forma distinta de demostrar nuestro apoyo. Puede ser cantando, bailando o trayendo una ofrenda.
- ¡Qué buena idea! - aplaudió Rita.
Y así, los animales empezaron a organizarse. Luego de un par de días de ensayo, se presentaron ante la comisaría. Primero fue la tortuga, que llegó con una canción hecha por ella misma.
- ¡Libertad para Chisi! - cantó. Después vino un grupo de jaguares que se pusieron a bailar en círculos. El loro Tito trajo plumas brillantes para adornar el lugar.
El estruendo fue tal que incluso hizo temblar a Pangu.
- ¡Silencio! - gritó el puma mientras salía de su oficina.
- ¿Qué está pasando aquí?
- Estamos reclamando por Chisi - dijo Lancelot, sin perder la confianza. - Los canillitas merecen vivir dignamente y ser escuchados.
- ¡Sí! - corearon todos al unísono.
Pangu quedó en shock. Jamás había visto a tantos animales unirse por una sola causa. Después de unos momentos de silencio, el puma suspiró.
- Está bien, está bien. Si todos están aquí para Chisi, creo que no hay más remedio que liberarlo. Pero prometan que van a ser responsables con su trabajo.
La alegría fue desbordante.
- ¡Gracias, Pangu! - gritaron todos.
Finalmente, Chisi fue liberado y todos los canillitas se fueron a celebrar con fiesta en la selva. Lancelot, al ver a sus amigos tan alegres, se unió a la celebración, transformándose en el héroe del día.
- ¡Nunca olviden la fuerza de la unidad! - les dijo mientras danzaban juntos al ritmo de la selva. Y así no solo Chisi fue liberado, sino que todos los canillitas lograron un sueldo justo desde entonces.
Y así, en la selva, aprendieron que con valentía y unidad, podían lograr grandes cambios.
FIN.