La Gran Lección de Nataly



Era una vez, en un colorido vecindario de Buenos Aires, una niña llamada Nataly. Tenía diez años y era conocida por ser la más malcriada de su colegio. Siempre quería ser la primera en todo, y cuando no lo conseguía, hacía un escándalo.

Una mañana, Nataly llegó tarde al colegio porque se quedó viendo su programa favorito. Cuando entró al aula, se dio cuenta de que su maestra, la señora Clara, tenía una sorpresa preparada para sus alumnos.

"¡Buenos días, clase! Hoy vamos a tener una actividad especial. Cada uno de ustedes elegirá un compañero para formar un equipo. Juntos, deben preparar una pequeña presentación sobre algo que les apasione", explicó la señora Clara.

Nataly, emocionada, rápidamente levantó la mano para decir que quería trabajar sola.

"No, Nataly. Esta vez tienes que aprender a compartir y trabajar en equipo", dijo la señora Clara con una sonrisa.

Nataly, ofendida, se cruzó de brazos y murmuró:

"No necesito a nadie, yo puedo hacer todo sola".

La señora Clara no se dejó llevar por su actitud. Así que le asignó a Mateo, un niño tranquilo que siempre había sido su compañero de clase.

"¿Por qué tengo que trabajar con él? Es tan aburrido", se quejó Nataly.

Mateo, sin embargo, le sonrió y le dijo:

"Creo que juntos podemos hacer algo genial. Yo tengo algunas ideas sobre los animales. ¿Te gustaría describir a los elefantes?".

Nataly puso los ojos en blanco, pero decidió que era mejor no discutir más. Juntos empezaron a trabajar, y aunque Nataly no estaba convencida inicialmente, poco a poco se dio cuenta de que los aportes de Mateo eran interesantes.

Sin embargo, a la mitad de la semana, Nataly se dio cuenta de que había olvidado hacer su parte de la presentación. En vez de admitirlo, trató de hacer todo en la última hora antes de la exposición.

Cuando llegó el día de la presentación, Nataly se presentó ante la clase con su cartulina llena de información, pero se notaba que no estaba lista.

"¡Hoy vamos a hablar sobre los elefantes!", comenzó, pero su voz temblaba y parecía muy nerviosa.

Mateo la miró preocupado y susurró:

"Nataly, ¿te gustaría que yo empiece y después te sumás?".

Pero Nataly, en un intento de brillar, cortó a Mateo:

"No, yo puedo sola!". Sin embargo, a medida que avanzaba, se dio cuenta de que no podía recordar las cosas que había preparado y su presentación no estaba saliendo como ella esperaba.

Cuando terminó, hubo un silencio incómodo en la sala. La señora Clara, viendo que Nataly se sentía mal, se acercó y le dijo:

"Es normal sentirse así cuando no estamos preparados. A veces, trabajar en equipo significa que podemos aprender de los demás. La próxima vez, no dudes en pedir ayuda".

Nataly se sintió avergonzada. Miró a Mateo, que la miraba con una mezcla de apoyo y comprensión. En ese momento, comprendió que ser malcriada la llevaba a perderse importantes aprendizajes.

Al final de la jornada, Nataly se acercó a Mateo:

"Lo siento, no debí actuar así. Gracias por tu ayuda, aunque no apareciste en la presentación, sé que llevaste mucho tiempo en trabajar conmigo."

Mateo sonrió y le respondió:

"No hay problema, Nataly. Todos cometemos errores, lo importante es aprender de ellos".

Desde aquel día, Nataly empezó a cambiar. Se esforzó por ser más amable y aprendi hizo más amigos. Aprendió que compartir y trabajar en equipo no solo la ayudaba a aprender cosas nuevas, sino también a construir relaciones significativas con quienes la rodeaban.

Y así, Nataly se convirtió en una niña más comprensiva, y aunque a veces todavía quería hacer las cosas a su manera, ahora sabía que compartir era igual de valioso.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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