La Gran Máquina de Juan
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Juan. Como muchos de sus amigos, le fascinaba explorar. Pero Juan también se preocupaba por el estado del mundo. Un día, mientras estaba en la biblioteca del colegio, encontró un libro titulado "Inventos Fallidos".
"¿Por qué algunos inventos no funcionaron?", se preguntó Juan mientras hojeaba las páginas.
Entre las historias de inventos raros y fracasos hilarantes, Juan descubrió que muchos inventores se enfrentaron a grandes problemas pero siempre buscaban soluciones. Esa noche, dio vueltas en su cama pensando en el problema de la contaminación.
"¡Necesito hacer algo!", exclamó Juan en voz alta, despertando a su perro, Lucho. Lucho lo miró con sus grandes ojos.
Al día siguiente, mientras Juan caminaba por el parque y veía cómo la gente dejaba basura en el suelo, su mente tuvo una gran idea.
"¡Una máquina que clasifique la basura!", gritó Juan al aire, provocando miradas curiosas de los adultos que pasaban.
Decidido, se fue a casa y se puso a dibujar su idea en la libreta de bocetos. Pensando cómo podría funcionar su máquina, dibujó tubos, engranajes y hasta un gran depósito donde se podría acumular la basura clasificada.
"Voy a llamarla la 'Gran Máquina de Juan', que transforma la basura en materiales útiles", dijo mientras sonreía entusiasmado.
Días después, Juan reunió a algunos de sus amigos para contarles sobre su invento.
"Chicos, si juntamos botellas plásticas, papeles y latas pude armar la máquina", explicó.
"¡Sí! ¡Podemos hacerlo!", gritaron sus amigos, listos para ayudar.
Los sábados se convirtieron en días de recolección. Juan y sus amigos salían a juntar toda la basura reciclable que encontraban en el barrio. Llenaron sus mochilas con botellas, latas y papeles, y juntas crearon una gran montaña de materiales en el garage de Juan.
Con ayuda de su padre, Juan comenzó a armar su máquina.
"¿Estás seguro de que funcionará?", le preguntó su papá mientras ensamblaban algunas piezas.
"¡Sí! Solo necesito que lo intentemos!", respondió Juan, lleno de confianza.
Finalmente, después de semanas de trabajo, Juan y su padre terminaron la Gran Máquina. Estaba pintada de colores brillantes y tenía un letrero que decía: "¡Transformamos basura en tesoros!"
Juan tomó un respiro profundo y miró a sus amigos.
"¡Es el momento de probarla!"
Con los nervios a flor de piel, depositaron algunas botellas plásticas en la máquina y, uno a uno, los perdían de vista. Lucho movía la cola, como si supiera que algo emocionante estaba por suceder.
De repente, la máquina hizo un ruido extraño.
"¿Qué fue eso?", dijo uno de los amigos.
Cuando todos miraron, se dieron cuenta de que la máquina empezó a sacar bloques de material plástico, perfectamente moldeados.
"¡Lo logramos!", gritó Juan, saltando de alegría.
"¿Y qué vamos a hacer con estos bloques?", preguntó una amiga.
"Podemos usarlos para construir bancos para el parque y ayudar a que los demás aprendan sobre el reciclaje", sugirió Juan.
Así, comenzaron a crear bancos y esculturas coloridas para el parque, y la noticia sobre la Gran Máquina de Juan se esparció rápidamente por todo el pueblo.
Cada vez más personas se unieron al esfuerzo, ayudan a recoger basura y a comprender la importancia de reciclar.
Un día, el alcalde del pueblo invitó a Juan a dar un discurso.
"Nunca pensé que un niño pudiera hacer algo tan grande. Juan nos ha enseñado a todos lo que significa cuidar nuestro hogar", dijo, mientras la multitud aplaudía.
Juan sonrió, orgulloso de haber hecho un cambio en su comunidad. Con el apoyo de todos, había convertido su idea en una realidad que ayudaba a cuidar el planeta.
Desde ese día, la Gran Máquina de Juan no solo clasificaba basura, sino que inspiraba a muchos a cuidar el mundo que compartimos. Y así, el pequeño pueblo de Juan se convirtió en un ejemplo de reciclaje y cuidado del medio ambiente, demostrando que incluso los más pequeños pueden hacer grandes cambios.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.