La Gran Pirámide de la Reina Ana



Había una vez en el antiguo Egipto, un faraón llamado Khufu, que era conocido por sus grandes ambiciones y su amor por las pirámides. Pero, sorprendentemente, había algo más que lo mantenía despierto por las noches: el deseo de su valiente esposa, la reina Ana. Ella era una mujer de gran corazón y mente astuta, que soñaba con un Egipto en paz, donde la guerra no existiera y todos vivieran en armonía.

Un día, mientras caminaban juntos por los jardines del palacio, Ana dijo:

"Khufu, mi amor, ¿no te gustaría construir una gran pirámide que simbolice la paz? Algo que inspire a todos los pueblos a unirse en lugar de pelearse por el poder."

Khufu se quedó pensativo. Sabía que su pueblo estaba dividido por las luchas de poder con los reinos vecinos.

"Tienes una idea maravillosa, pero no será fácil, mi reina. Hay muchos que desean la guerra, y creerán que esto es un signo de debilidad."

"Pero, si construimos una pirámide de la paz, tal vez puedan ver lo importante que es la unidad.

Yo creo que si trabajamos juntos, podemos lograrlo."

Khufu decidió que daría un paso adelante. Hablaría con sus consejeros sobre la idea, pero algunos de ellos no lo vieron bien.

"¡Faraón, este es un tiempo de guerra! Necesitamos fortificar nuestras defensas, no construir monumentos inútiles. ¡La gente necesita ver fuerza!"

Pese a las protestas, Khufu haciendo caso al corazón de su reina, convocó un consejo con todos los líderes de Egipto. En el gran salón del palacio, Ana tomó la palabra.

"Noble gente de Egipto, hoy les pido que unamos nuestras manos y corazones para construir algo que nunca hemos hecho. Una pirámide que no solo sea de piedra, sino que esté hecha de esperanza y unidad. Una pirámide que represente la paz entre todos los reinos."

Hubo murmullos entre la multitud. Algunos estaban de acuerdo, pero otros se reían.

"¿Qué locura es esta? La paz no se construye con piedra, se hace con la fuerza de las armas."

Ana sintió que su corazón se encogía, pero no se rindió. Pensó en cómo los dioses han mostrado el camino en su vida y recordó un viejo cuento que le contaba su madre.

"Una vez, un gran río no podía cruzar por una montaña, pero en lugar de rendirse, buscó formas de rodearla. Así es como la paz puede llegar a nuestros corazones. Si ellos ven lo que somos capaces de construir, tal vez su miedo se convierta en amistad."

A medida que la reina hablaba, algunos comenzaron a sentir el poder de sus palabras. Uno de los jóvenes consejeros se levantó.

"Yo apoyo a la reina Ana. Si trabajamos juntos, podremos demostrar que somos más fuertes como una nación unida que divididos en guerra."

Poco a poco, más y más voces comenzaron a levantarse en apoyo de Ana y su sueño. Al final de la reunión, el faraón Khufu se dio cuenta de que estas ideas estaban resonando en el corazón de su pueblo.

"Si ustedes están dispuestos a unirse a nosotros, entonces comenzaremos la construcción de la Gran Pirámide de la Paz."

Todo Egipto se unió a la causa. Las familias llegaron de todos los rincones, trayendo sus herramientas y sus talentos. Los artistas pintaron murales llenos de esperanza; los poetas recitaron versos sobre la unidad; y los músicos tocaron melodías que hablaban del amor y la paz.

Con el tiempo, la Gran Pirámide de la Paz comenzó a elevarse en la ciudad. Así, mientras se trabajaba en ella, la gente empezó a conocerse, a compartir historias, a entender las diferencias y a encontrar similitudes.

Pero entonces, un día, un grupo de guerreros de un reino vecino llegó y se apoderó de una parte de la construcción.

"¿Qué hacen aquí? No tienen derecho a este lugar", gritó un joven egipcio.

El líder de los guerreros respondió:

"Venimos a reclamar lo que creemos es nuestro. No hay paz entre nosotros, solo guerra."

En ese momento, la reina Ana, en lugar de huir, se acercó.

"Esta pirámide representa paz, pero también voluntad de dialogar. ¿Por qué no dejamos de lado las armas y encontramos un camino juntos?"

Al principio los guerreros se miraban confundidos. Pero la reina continuó.

"Tal vez podríamos aprender de las diferencias del otro, en lugar de combatir por ellas. Si ven la fuerza que ha tenido nuestra unión, entonces quizás quieran ser parte de ello."

Los guerreros murmullaron entre sí. Un joven guerrero habló:

"Nunca hemos escuchado a alguien como tú. Quizás tengamos algo que aprender de su fuerza."

Finalmente, todos se sentaron y hablaron. Y así fue como poco a poco se empezó a forjar un nuevo lazo. Tanto los egipcios como los guerreros comprendieron que tenían más en común de lo que pensaban.

El tiempo pasó, y la Gran Pirámide de la Paz se completó. En la cima de la pirámide, colocaron un gran símbolo que representaba la unidad entre los reinos. Khufu, Ana y todos los que les ayudaron comprendieron que habían logrado algo más grande que la construcción de piedra:

habían sembrado la semilla de la paz en sus corazones.

Desde ese día, la Gran Pirámide no solo fue un monumento de Egipto, sino un lugar de reunión donde todos los pueblos venían a aprender unos de otros. Y así, los reinos, que alguna vez estuvieron en guerra, comenzaron a escribir un nuevo capítulo juntos, lleno de amistad y unidad.

Y la reina Ana, al ver todo esto, sonrió, sabiendo que su sueño se había cumplido: su pueblo vivía en paz, y esa era la mayor victoria de todas.

FIN.

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