La Gran Reconciliación de Juan y María



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, dos hermanos gemelos llamados Juan y María. Durante el día, ellos eran inseparables, pero cuando se trataba de jugar, todo era motivo de pelea. '¡Eso es mío!' era una frase que se escuchaba muy seguido en su casa. Todos los juguetes se convertían en motivos de discordia y alto volumen.

Un día, mientras jugaban en el parque, decidieron hacer una carrera, como tantas otras veces. '¡El primero en llegar al árbol gana!', gritó Juan. '¡Yo voy a ganar!', respondió María, con una gran sonrisa. Ambos corrieron lo más rápido que pudieron, pero de repente, María tropezó con una piedra y cayó al suelo. Juan, que la seguía muy de cerca, se detuvo en seco.

'¡María! ¿Estás bien? !' preguntó Juan, preocupado. Se acercó y vio que su hermana se había lastimado la rodilla. 'Me duele mucho, Juan', dijo María con lágrimas en los ojos.

En ese momento, Juan sintió una punzada en su corazón. A pesar de todas las peleas, su hermana era muy importante para él. 'Ven, te ayudo', dijo Juan con voz suave. Se agachó y la ayudó a levantarse. 'Vamos a buscar a mamá. Ella podrá ayudarte'.

María, sintiéndose mejor por la actitud de su hermano, asintió y juntos se dirigieron a su casa. Durante el camino, Juan le habló sobre el castillo de arena que habían construido el día anterior, intentando animarla. 'Cuando lleguemos, podemos hacer otro. ¡Fue el más grande de todos!'.

Una vez en casa, mamá los atendió y le limpió la herida a María. 'Los hermanos siempre deben cuidarse mutuamente', les recordó. Entonces, Juan, sintiéndose un poco avergonzado, decidió dar un paso hacia la reconciliación. 'María, lo siento mucho por todas las veces que peleamos. Siempre quiero que estemos bien'.

María lo miró, sorprendido y emocionada. 'Yo también, Juan. A veces me enoja cuando tomás mis cosas, pero quiero que sepas que, a pesar de todo, te quiero'.

Desde ese día, los gemelos decidieron que era hora de cambiar. 'Voy a compartir mis juguetes y a jugar más en equipo', proclamó Juan. 'Y yo voy a ser más paciente y recordar que no todo es una competencia', añadió María.

Comenzaron a jugar juntos de una nueva manera. Hicieron un súper juego de mesa, cada uno aportando ideas. Un día, decidieron armar una obra de teatro y, sin darse cuenta, organizaron un show para sus familiares que dejó a todos riendo.

Sin embargo, no todo fue perfecto. Una tarde, mientras jugaban a las escondidas, María encontró un viejo juguete que Juan había dejado olvidado y se lo llevó sin preguntar. Cuando Juan lo vio, se molestó y volvió a surgir una pelea. Pero esta vez, recordaron rápidamente las palabras de su madre. '¡Alto! Esperen', dijeron al unísono, mirándose a los ojos.

'Lo siento, no debería haberlo tomado sin tu permiso', dijo María, sosteniendo el juguete. 'Y yo me dejé llevar por la rabia, no quiero volver a pelear', añadió Juan. Se dieron un abrazo, sintiendo que lo que había comenzado como una pelea, los había acercado de nuevo.

Ese día decidieron que para cada vez que se sintieran enojados, harían una pausa y recordarían un momento especial que hubiesen compartido. Así lograron solucionar sus diferencias de forma creativa. Ahora, cada vez que se molestaban, decían: '¡Un recuerdo especial!', y se contaban historias divertidas.

Con el tiempo, Juan y María no solo aprendieron a jugar juntos, sino que también se convirtieron en los mejores amigos. Juntos crearon aventuras de las cuales contarían anécdotas por muchos años. Y así, aprendieron que los hermanos siempre deben cuidarse, en los buenos y en los malos momentos.

Cuentan que en aquel parque, donde una vez se pelearon, ahora siempre se escucha la risa de dos hermanos que, aunque gemelos, supieron convertirse en un equipo inseparable. Y desde entonces, nunca dejaron que las peleas menores arruinaran su hermosa relación.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!