La Gran Reunión en Tucumán



Había una vez, en un lugar hermoso llamado Argentina, un grupo de personas que soñaban con ser libres. Estas personas vivían bajo el mandato del rey Fernando, quien aunque era un rey amable, sus reglas eran un poco estrictas. Los habitantes de Argentina sentían que era el momento de ser libres, de tomar sus propias decisiones y de vivir felices en su tierra.

Un día, llegó una carta muy especial. En ella decía:

"Queridos amigos, se convoca a todas las personas de Argentina a reunirse en la casa más bonita de Tucumán. Será un gran día para firmar un acta y declarar nuestra libertad. Todos están invitados a traer sus sueños y sus esperanzas. ¡Juntos podremos ser libres!"

La carta llevaba la firma de un grupo de valientes que querían cambiar las cosas.

Cuando la gente de todos los rincones de Argentina recibió la carta, se emocionaron mucho. Uno de ellos, un niño llamado Juanito, le decía a su hermana Sofía:

"¡Sofía! Vamos a Tucumán. Es nuestra oportunidad para ser libres."

"¿Y cómo llegaremos?" -preguntó Sofía, con grandes ojos llenos de curiosidad.

"Caminaré y si es necesario, correré. No importa lo que cueste. ¡Vamos!" -decidió Juanito, con determinación en su voz.

Emprendieron el viaje junto a muchas otras personas. En el camino se encontraron con un buen amigo llamado Mateo, que iba montado en su caballo.

"¡Hola, Mateo! ¿Nos llevas en tu caballo?" -preguntó Sofía emocionada.

"Por supuesto, súbanse. Juntos llegaremos más rápido" -respondió el generoso Mateo.

Los tres amigos continuaron su viaje y fueron sumando a otros valientes que también querían ser parte de la reunión. La noticia de la carta se había propagado como el fuego en la montaña.

Llegaron a Tucumán, y la casa más bonita estaba llena de luces brillantes y banderas de colores. Ahí estaban las personas de diferentes lugares, todos con el mismo sueño:

"¡Ser libres!"

Dentro de la casa, la música sonaba, y un lugar especial se había dispuesto para firmar el acta de la libertad. Todos esperaban ansiosamente su turno.

Cuando fue el turno de Juanito, se sintió nervioso. Miró a los ojos de su hermana y le susurró:

"¿Qué si el rey no quiere que lo hagamos?"

"Lo haremos de todas maneras. Nuestro deseo es fuerte y eso es lo que cuenta" -le respondió Sofía con confianza.

Finalmente, llegó el momento. En un gran papel con tinta dorada, todos firmaron el acta mientras gritaban de alegría.

"¡Viva la libertad!" -gritó Juanito, y todos lo siguieron con gritos de alegría que resonaron en toda la casa.

Pero, de repente, la puerta de la casa se abrió de golpe y apareció el rey Fernando.

"¿Qué están haciendo aquí? He venido a ver que pasa" -dijo el rey, sorprendido.

Los tíos y tías se miraron unos a otros, algunos asustados y otros firmes.

"¡Rey Fernando! ¡Queremos ser libres!" -gritó Mateo valientemente.

"No queremos vivir sus reglas, queremos decidir por nosotros mismos, amamos nuestra tierra y nuestras vidas" -añadió Juanito.

El rey, en vez de enojarse, se puso a pensar.

"¿Y si les doy un año para demostrarme que pueden organizar su vida sin que yo esté aquí? Si lo logran, entonces serán libres para siempre" -dijo el rey con voz calmada.

La gente se miró entre sí. Era una gran oportunidad.

"Está bien, lo intentaremos" -dijo Sofía, con una gran sonrisa.

El rey sonrió por primera vez y, luego de hablar con la gente, se despidió de ellos y se marchó con un aire de respeto.

Así fue como, tras mucho esfuerzo y trabajo en equipo, las personas de Argentina lograron organizar sus vidas, celebrando juntos cada logro. Y un año después, el rey Fernando volvió.

"Han trabajado muy duro y veo que son capaces de tomar decisiones por su cuenta, ¡felicitaciones!"

Así fue como Argentina se convirtió en un lugar donde la libertad reinaba y la gente vivió feliz, teniendo la oportunidad de decidir juntos. Desde entonces, también hubo una gran fiesta cada año en conmemoración de aquel día tan especial en Tucumán, celebrando su libertad y su amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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