La Gran Rivalidad de los Cuartos A y B
Era un día soleado en la escuela 'Dios Es Amor', y los chicos de cuarto año estaban más animados que nunca. El motivo de su entusiasmo era el tan esperado torneo de fútbol entre los grupos A y B. Al momento de organizar los equipos, las cosas no empezaron bien.
Emiliano, el capitán del equipo A, se cruzó con Julián, el capitán del equipo B, y un cruce de palabras encendió la chispa de la rivalidad.
"Este año no tienen nada que hacer, ¡los aplastaremos!" - dijo Emiliano con seguridad.
"¡Ja! ¡Son unos lentos! Ustedes ni saben patear la pelota." - respondió Julián, desafiándolo.
Así comenzó la pelea verbal, y en pocos minutos se sumaron otros compañeros. Los gritos llenaron el aire y, a pesar de ser grandes amigos, las palabras hirientes comenzaron a fluir.
Justo en ese momento, Mariela, la monitora de convivencia, se acercó para calmar la temperatura del ambiente.
"¡Chicos, chicos! Detengan esto, por favor. ¿Se dan cuenta de cómo se están hablando?" - pidió Mariela con una mirada firme.
Los chicos se quedaron en silencio, avergonzados. Empezaron a mirarse entre ellos, preguntándose si esto valía la pena.
"Pero Mariela, solo estamos compitiendo..." - intentó justificar Emiliano.
"Sí, pero eso no significa que debamos faltarnos al respeto. Competir es divertido, pero el buen trato siempre debe brillar por encima de todo." - respondió Mariela con una sonrisa.
Los chicos comenzaron a reflexionar sobre lo que Mariela les decía. Con el corazón un poco más tranquillo, acordaron hacer las paces antes del partido.
Las semanas pasaron, y el gran duelo llegó. Pero ahora, en lugar de insultos, los chicos se estaban animando unos a otros.
"¡Vamos, A! ¡Muestren lo que tienen!" - gritó Lautaro, apoyando a su equipo.
"Eso es, jueguen limpio. ¡Ustedes pueden!" - alentó Ana al equipo B.
El partido comenzó, y a medida que avanzaba, algo inesperado ocurrió. Emiliano se dio cuenta de que Julián estaba teniendo problemas para pasar la pelota.
"¡Eh, Juli! ¡Solo tienes que moverla un poco hacia la izquierda!" – gritó Emiliano, olvidando la rivalidad por un instante.
"¡Gracias! Yo haré lo mismo con vos, ¡no se puede quedar un jugador sin tocar la pelota!" - respondió Julián, y por primera vez, ambos se sonrieron.
La competencia se transformó en un espectáculo de compañerismo y diversión. Cada vez que un equipo anotaba un gol, el otro no escatimaba en aplausos. Al final, el partido terminó en empate, pero todos se fueron a casa con la sensación de haber ganado algo mucho más importante.
El buen trato había tomado protagonismo en un lugar donde antes solo había rivalidad. Desde aquel día, Emiliano y Julián no solo fueron capitanes de sus respectivas selecciones, sino también grandes amigos que entendieron que competir está bien, pero el respeto y la amistad siempre están primero.
Y así, en la escuela 'Dios Es Amor', los chicos aprendieron que el buen trato transforma no solo los partidos, sino la vida misma.
FIN.