La Gran Semana de los Juegos Escolares
Era una fresca mañana de octubre en la Escuela Secundaria Río Verde, y la emoción en el aire era palpable. Todos los estudiantes esperaban con ansias la Semana de Olimpiadas, un evento lleno de competencias, risas, y esos momentos inolvidables que solo el deporte puede ofrecer.
"¿Estás listo para el partido de vóley?" - le preguntó Majo a su amigo Tomás mientras armaban la barra de apoyo para el equipo.
"¡Claro! Hoy ganamos sí o sí. Cada punto cuenta" - respondió Tomás, con una enorme sonrisa en su rostro.
La primera jornada comenzó con el torneo de básquet. Los equipos estaban formados por estudiantes de distintos grados, y cada jugada era motivo de aliento.
"¡Vamos, equipo! Juntos podemos!" - gritaba Sofía desde la tribuna, mientras sus amigos hacían olas con los brazos.
A medida que se desarrollaban los partidos, las emociones crecían. Victorias y derrotas se sucedían, y al terminar el primer día, el ambiente estaba cargado de adrenalina y alegría.
En el segundo día, se jugaría el torneo de fulbito. La cancha estaba llena de colores y gritos, y al inicio del primer partido, una sorpresa estaba por llegar. Fue un encuentro reñido entre el equipo de Majo y sus rivales, y al instante, se notó la diferencia en el juego.
"¡Majo, pasa la pelota!" - le gritó Lucas desde el borde del campo.
"¡No puedo, estoy rodeada!" - respondió ella, intentando driblar a dos rivalas a la vez.
Fue entonces cuando, en un giro inesperado, la rival de Majo, una chica llamada Valentina, le extendió la mano.
"¿Querés hacer un pase? Juntos podemos superar esto" - dijo Valentina, sonriendo.
Majo dudó, pero aceptó el trato, y juntas lograron llegar al arco, anotando un gol espectacular.
"¡Sí! ¡A lo grande!" - exclamó Majo mientras el público estallaba en aplausos.
La amistad florecía en medio de la competencia. Majo y Valentina, antes rivales, eran ahora una gran dupla, y eso marcó un cambio en el torneo. El tercer día, había una gran expectativa para la final de vóley. La gente llenaba la tribuna, y se sentía el calor de la comunidad: todos juntos apoyándose como una gran familia.
"Hoy tenemos que dejarlo todo" - les dijo el entrenador, el querido profe Carlos, mirando a su equipo.
"¡Estamos listos! Vamos a demostrar de qué estamos hechos!" - respondieron todos al unísono.
El partido comenzó y cada equipo luchaba por llevarse el trofeo. Las emociones eran intensas y el apoyo de las barras hacia sus amigos no se hacía esperar. Pero cuando todo parecía estar a favor del equipo de Majo, un pequeño accidente ocurrió. Tomás, quien estaba preparándose para cortar un pase, se cayó y se lastimó un poco la rodilla.
"¡Tomás! ¡Estás bien?" - gritó Majo, mirando a su amigo preocupado.
Tomás, con esfuerzo, se levantó.
"No pasa nada, sigo jugando. ¡Dale, vamos a ganar!" - dijo con determinación. Al poco tiempo fue reemplazado por otro compañero, y eso hizo que el equipo adaptara su estrategia. Aprendieron a jugar entre ellos, brindándose apoyo y adaptándose a las circunstancias.
La final fue un verdadero espectáculo. Cada punto era un grito de alegría, y la barra de apoyo no cesaba. Al final, a pesar de haberse esforzado al máximo, el equipo de Majo no logró ganar.
"No importa", dijo Majo, con una lágrima brillando en su ojo.
"Lo importante es que jugamos juntos, nos divertimos y aprendimos mucho. ¡Eso es lo que vale!"
Eso hizo que los vencidos dejaran de serlo. Todos los chicos comprendieron que la amistad y la buena voluntad eran más importantes que un trofeo. La Escuela Secundaria Río Verde cerró su semana de Olimpiadas con una gran fiesta, donde reflexionaron sobre lo vivido. Majo, Valentina, y Tomás, junto a todos sus amigos, disfrutaron de la música y la alegría de haber crecido como equipo, como amigos.
"Este es solo el comienzo, ¡el próximo año lo haremos aún mejor!" - propuso Valentina con energías renovadas.
"¡Sí, y más amistades!" - agregó Tomás.
Así, entre risas y abrazos, los estudiantes aprendieron que a veces se gana y a veces se pierde, pero lo realmente importante es jugar juntos, apoyarse, disfrutar del camino y celebrar la amistad.
La Semana de Olimpiadas, más que competiciones, había sido una lección sobre unidad y compañerismo.
FIN.