La Gran Sorpresa de Samanta



Era un hermoso día de primavera y todos en la escuela estaban emocionados, pues era el Día del Niño. Samanta, una niña llena de imaginación y energía, llegó al patio y vio a sus amigas, Valeria y Julieta, que recibían regalos de sus padres.

"¡Mirá! Me dieron una bicicleta nueva", exclamó Valeria, montando sobre su flamante bici rosa con una gran sonrisa.

"A mí me regalaron una muñeca que habla", dijo Julieta mostrando su juguete, mientras las amigas reían y compartían sus emocionantes regalos.

Samanta, sin embargo, sentía que su corazón se encogía. Ella no había recibido nada y las lágrimas casi asomaban por sus ojos.

"¿Por qué no me regalaron nada?" se preguntó en voz baja.

"No te pongas triste, Samanta. Quizás tu regalo llega más tarde", le dijo Valeria tratando de consolarla.

Pero la tristeza no se fue de su corazón. Al final del día, al regresar a casa, su madre la abrazó y le dijo:

"No te desanimes, querida. A veces lo mejor se guarda para el final".

Samanta sólo sonrió, pero seguía sintiéndose un poco decepcionada.

Al llegar a casa, una sorpresa la esperaba. La mamá le dijo:

"Samanta, tengo algo preparado para vos que te va a encantar. Vamos al patio".

Curiosa, Samanta siguió a su madre y, al abrir la puerta, sus ojos se llenaron de asombro. ¡Allí estaba su papá, con una caja gigante llena de cosas!"¡Sorpresa!", gritaron ambos a la vez.

Samanta empezó a abrir la caja y encontró:

"¡Es un taller de arte!", exclamó asombrada. La caja estaba llena de pinturas, pinceles, cerámica, y todo lo que necesitaba para crear su propia obra de arte.

"Sabemos cuánto te gusta pintar y crear, así que decidimos hacerte este regalo especial", explicó su papá.

Samanta saltó de alegría y se lanzó a abrazar a sus padres.

"¡Gracias! Esto es increíble!"

Y así, en lugar de sentirse sola, Samanta se dio cuenta de que su regalo no era solo un juguete, sino algo que realmente le apasionaba. Esa noche, se sentó en el patio con sus nuevos materiales y comenzó a pintar. Cada trazo que hacía la llenaba de felicidad.

"Voy a hacer una pintura para mis amigas", pensó. Y a la mañana siguiente, decidió invitar a Valeria y Julieta a su casa para mostrarles su obra.

Cuando llegaron, sus ojos brillaron al ver la hermosa pintura que Samanta había creado.

"¡Es tan hermosa!" dijo Julieta.

"Sí, es genial, ¿cómo lo hiciste?" preguntó Valeria.

Entonces, Samanta les explicó todo lo que había aprendido. Las tres comenzaron a pintar juntas.

"Hoy no solo celebro el Día del Niño, sino que tengo la oportunidad de compartir algo que me gusta con ustedes. ¡Es un día especial para todas nosotras!", dijo Samanta.

Y así, Samanta no solo descubrió un nuevo hobby, sino que también enseñó a sus amigas lo importante de compartir y disfrutar lo que uno ama. Esa sorpresa no solo cambió su día, sino que también fortaleció su amistad.

A medida que avanzaba la tarde con risas y colores, Samanta comprendió que a veces los mejores regalos tardan un poco en llegar y que la verdadera felicidad se encuentra en compartir momentos con quienes queremos.

FIN.

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