La Gran Tarde de Té con Abuela
Era un día soleado en el que Lucas estaba muy emocionado. Hoy iba a tener una tarde especial con su abuela Rosa. Desde la mañana, Lucas no dejaba de hablar sobre el té de la tarde y las galletitas que harían juntos.
"- Abuela, ¿cuándo empezamos a hacer las galletitas?" preguntó Lucas, saltando de un pie al otro.
"- Esperá un momentito, Lucas. Primero quiero que me ayudes a preparar todo. Es importante que aprendamos juntos a hacer las cosas bien," dijo Abuela Rosa con una sonrisa.
Mientras lucas miraba a su abuela trabajar, vio que había muchos ingredientes en la mesa: harina, azúcar y chocolate.
"- ¡Yo quiero poner el chocolate!" dijo Lucas, con los ojos bien abiertos.
"- Entiendo, cariño, pero primero vamos a medir la harina. ¿Te parece?" respondió Abuela Rosa.
Lucas hizo un puchero.
"- Pero yo quiero hacerlo YA!" gritó.
"- Lucas, a veces hay que esperar nuestro turno. ¿Te acordás de cuando fuimos al parque y tuviste que esperar para jugar en el tobogán?" le preguntó la abuela.
"- Sí... ¡Era re largo!" respondió Lucas, pensativo.
"- Pero fue divertido, ¿verdad? Es importante aprender a esperar, porque así todos se divierten."
Después de un momento de reflexión, Lucas asintió con la cabeza ya que recordaba cómo se había reído con sus amigos mientras esperaban su turno para deslizarse.
"- Bueno, entonces voy a esperar mi turno para el chocolate," dijo finalmente, con un poco de esperanza.
"- ¡Muy bien! Ahora ven y ayudame a medir la harina," le dijo la abuela, encantada.
Cuando terminaron de medir la harina, Lucas ayudó a mezclar los ingredientes en el bol.
"- ¡Este es el mejor equipo!" exclamó Lucas, visiblemente contento.
"- Así es, cariño. Trabajando juntos todo se siente mejor y más divertido. Pero ¿sabías que cuando era joven, yo esperaba mi turno también?" dijo Abuela Rosa.
"- ¿En serio, abuela?" Lucas mostró interés.
"- Sí, sí. En el pueblo donde vivía, hacíamos un juego que se llamaba 'El juego de los sabores'. Todos querían probar las galletas de mi madre, pero tenían que esperar hasta que ella las sacara del horno," se acordó Abuela Rosa.
"- ¿Y qué pasó?" preguntó Lucas intrigado.
"- Todos tenían que esperar su turno para probar las galletas. Y la verdad era que cuando finalmente les llegaba su turno, esas galletas sabían aún mejor porque habían esperado. Ello les enseñó a todos a ser pacientes y disfrutar el momento," explicó Abuela Rosa mientras sonreía.
Ahora la cocina estaba llena de risas y aromas deliciosos. Lucas se dio cuenta de que, aunque a veces la espera parecía larga, todo tenía su recompensa.
Cuando las galletitas finalmente salieron del horno, su abuela les pidió que esperaran a que se enfriaran antes de probar.
"- Uuuh, ¡ya quiero!" dijo Lucas,
"- Sólo un ratito más, y verás que va a valer la pena," respondió la abuela, con un guiño.
Finalmente, llegó el momento y pudieron saborear las galletitas. Lucas, al dar el primer mordisco, sonrió y exclamó: "- ¡Son las mejores galletitas del mundo, abuela!"
"- Verás que la espera siempre tiene buenas sorpresas, amor." La abuela lo abrazó mientras él se llenaba la boca de galletitas.
Desde ese día, Lucas aprendió que esperar su turno no era tan malo y que, a veces, lo mejor estaba por venir. Y cada vez que jugaba en el parque o ayudaba en la cocina, recordaba a su abuela y las galletitas.
Así, con cada galletita compartida, su amor y paciencia se hacían más fuertes. Lucas sabía que su abuela siempre estaría ahí, enseñándole a disfrutar de cada momento.
FIN.