La grandeza de Dolonga
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanas mellizas llamadas Cominga y Dolonga. Eran inseparables y siempre estaban juntas, compartiendo risas y aventuras. Vivían con su hermano mayor, Mantiago, quien era su modelo a seguir.
Cominga era muy deportista y le encantaba jugar al fútbol con sus amigos del barrio. Por otro lado, Dolonga prefería pasar horas leyendo libros y aprendiendo cosas nuevas.
Aunque las dos eran muy diferentes en cuanto a sus intereses, se apoyaban mutuamente en todo momento. Un día, mientras jugaban en el patio trasero de su casa, Dolonga vio a Mantiago resolver un complicado rompecabezas matemático.
Quedó asombrada por la habilidad de su hermano mayor y pensó para sí misma: "¡Quiero ser tan inteligente como él!". Desde ese momento, Dolonga comenzó a imitar cada cosa que hacía Mantiago. Se vestía igual que él e incluso intentaba hablar como él.
Sin embargo, lo que no se daba cuenta es que ella tenía una inteligencia naturalmente privilegiada. Una tarde soleada, mientras los tres hermanos paseaban por el parque cercano a su casa, se encontraron con una competencia de preguntas y respuestas para niños.
Los ojos de Cominga brillaron emocionados ante la idea de participar junto a Mantiago. "¿Qué les parece si nos anotamos? Será divertido", propuso Mantiago sonriente. Cominga aceptó sin dudarlo pero Dolonga sintió un nudo en el estómago.
Pensaba que no era lo suficientemente inteligente como para competir. "No sé si debería participar, Mantiago. No soy tan inteligente como tú", dijo Dolonga con tristeza. Mantiago y Cominga se miraron sorprendidos. Nunca habían escuchado a Dolonga hablar así de sí misma.
"Dolonga, eres tan inteligente como yo o incluso más. Tienes una mente brillante y un corazón lleno de curiosidad. Solo necesitas confiar en ti misma", le aseguró Mantiago con ternura.
Cominga asintió emocionada y agregó: "¡Exactamente! Además, siempre nos has sorprendido con tus ideas y soluciones creativas". Dolonga sonrió tímidamente, sintiéndose reconfortada por las palabras de sus hermanos. Decidió dejar atrás sus inseguridades y aceptar el desafío.
La competencia comenzó y los tres hermanos respondieron preguntas sobre diferentes temas: historia, matemáticas, ciencias naturales e incluso literatura. A medida que avanzaban en la competencia, Dolonga demostraba su gran inteligencia al responder acertadamente cada pregunta que le hacían.
Al final del día, Dolonga fue declarada la ganadora de la competencia. Todos los presentes aplaudieron emocionados mientras ella recibía su merecido premio. Desde ese momento, Dolonga entendió que no tenía que ser como su hermano mayor para sentirse valiosa y especial.
Descubrió que todos tenemos talentos únicos y que lo importante es tener confianza en uno mismo para alcanzar nuestros sueños. A partir de entonces, Dolonga continuó desarrollando su inteligencia privilegiada, pero también siguió disfrutando de las aventuras junto a Cominga y Mantiago.
Juntos, aprendieron que la verdadera grandeza no se encuentra en ser como alguien más, sino en abrazar nuestras propias habilidades y compartir nuestro amor y conocimiento con los demás.
Y así, las tres hermanos vivieron felices y siempre recordaron aquel día en el que Dolonga descubrió su verdadero potencial. El pueblo nunca olvidó a la pequeña Dolonga, quien se convirtió en una inspiración para todos los niños del lugar.
FIN.