La granja de don Pedro y sus 15 vacas



En un pequeño pueblo rodeado de verdes campos y montañas, vivía Don Pedro, un agricultor amable y trabajador. Tenía una granja muy especial en la que cuidaba de sus 15 vacas, cada una con su propia personalidad. Desde la gran y tranquila Berta, que siempre estaba ocupada masticando hierba, hasta la ágil Clara, que amaba saltar y jugar.

Un cálido día de primavera, Don Pedro decidió preparar una gran fiesta en la granja para celebrar la llegada de la nueva temporada de pastoreo, y también para que los niños del pueblo pudieran conocer y aprender sobre sus vacas.

"¡Vamos, vacas! ¡Hoy será un gran día!" -exclamó Don Pedro mientras daba palmaditas a sus amigas bovinas.

Las vacas, emocionadas ante la perspectiva de un evento especial, comenzaron a moverse de un lado a otro. Sin embargo, había un pequeño problema: Remedios, una vaca que era un poco tímida y siempre se quedaba a un lado, estaba preocupada.

"¿Y si no les gusto a los niños?" -dijo Remedios, escondiendo su cabeza detrás de un arbusto.

"¡Pero si sos la más dulce de todas!" -respondió Clara, saltando alrededor de ella. "¡Los niños te adorarán!".

A pesar de las palabras reconfortantes de sus amigas, Remedios no podía evitar sentirse nerviosa. Don Pedro, al darse cuenta de la preocupación de su vaca, decidió que tenía que hacer algo especial.

"Voy a contar una historia sobre cada una de ustedes en la fiesta", les explicó. "Así los niños podrán conocer lo especiales que son".

Durante los preparativos, Don Pedro tenía en mente cómo haría que cada vaca se sintiera importante, incluso Remedios, que a menudo se pasaba desapercibida. El día de la fiesta llegó y el sol brillaba intensamente, haciendo que todo en la granja pareciera más alegre.

Los niños llegaron corriendo, se les iluminaban los ojos al ver a las vacas.

"¡Mirá qué grandes son!" -decía uno emocionado.

"¡Quiero acariciarlas!" -exclamaba otra niña.

Don Pedro organizó un recorrido por la granja, presentando a cada vaca de manera especial. El primero en ser presentado fue Berta.

"Esta es Berta, la reina de la granja. Es muy tranquila y siempre nos da leche deliciosa, perfecta para el desayuno".

Los niños aplaudieron, y Berta, rociándose un poco de pasto verde, parecía feliz.

Luego llegó el turno de Clara.

"Y aquí tenemos a Clara, que nunca para de saltar. Ella nos enseña que a veces en la vida debemos disfrutar el momento y ser juguetones".

Los niños rieron mientras Clara saltaba de felicidad. Don Pedro vio que Remedios seguía un poco apartada, con su mirada baja. Entonces, decidió que era el momento perfecto para presentarla.

"¿Y ahora quién será?" -preguntó Don Pedro, haciendo un gesto hacia Remedios.

Los niños miraron con curiosidad y Remedios, nerviosa, dio un paso adelante.

"Esta es Remedios, que siempre está ahí para dar cariño y amor. Y aunque a veces es tímida, tiene un gran corazón" -dijo Don Pedro con una sonrisa.

Los niños se acercaron con entusiasmo.

"¡Podemos darle unos abrazos!" -gritó una niña mientras Remedios empezó a sentirse más cómoda.

Al recibir cariño, Remedios comenzó a sonreír, y pronto las risas y los abrazos llenaron el aire. Don Pedro notó cómo su pequeña vaca se animaba cada vez más.

Al final de la fiesta, todos disfrutaron de juegos, pastel y la compañía de las vacas. Remedios, que al principio había tenido miedo, se convirtió en la estrella del evento.

"Ahora sé que está bien ser un poco diferente" -le susurró Remedios a Clara mientras los niños jugaban a su alrededor. "Gracias por hacerme sentir especial".

"Siempre serás especial, Remedios. Cada uno de nosotros tiene algo único para ofrecer" -respondió Clara mientras compartían un momento de complicidad.

Esa noche, al irse a dormir, Don Pedro miró con satisfacción su granja y sonrió al recordar el brillo en los ojos de los niños y la felicidad de sus vacas. Había aprendido que, al igual que sus vacas, cada uno es especial a su manera, y que la amistad y el cariño pueden superar cualquier duda.

Y así, la granja de Don Pedro siguió siendo un lugar de alegría y aprendizaje, donde cada vaca, especialmente Remedios, conoció su verdadero valor y se sintió amada siempre.

FIN.

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