La Granja de la Alegría



En una granja alejada de la ciudad, vivía un grupo de animales que eran muy felices de pertenecer a este mundo. El gallo Manuel despertaba a todos con su canto alegre cada mañana.

"¡Kikirikí! ¡Es hora de levantarse!" gritaba mientras los demás animales se estiraban y comenzaban su día.

Cerca del gallinero, la vaca Clara rumiaba tranquila, disfrutando del sabor de las jugosas hierbas.

"Buenos días, Manuel. ¡Hoy se siente que será un gran día!"

"¡Así es, Clara!" respondió Manuel mientras se estiraba.

En el corral, los cerdos Tomás y Lola jugaban en el barro.

"¡Mirá qué divertido, Lola!" dijo Tomás.

"Sí, es el mejor spa de todos!" respondió la cerdita riendo.

Mientras tanto, la oveja Blanca, que siempre estaba llena de ideas, se acercó a sus amigos.

"Tengo una idea genial! ¿Qué les parece si hacemos una fiesta?"

Todos los animales se entusiasmaron con la idea y empezaron a prepararse. Clara sugirió que decoraran el granero con flores frescas del campo.

Pero, de repente, la calma de la granja se vio interrumpida por el sonido de un motor. Todos miraron hacia la entrada y se dieron cuenta de que había un hombre extraño que miraba el lugar con curiosidad.

"¿Quién es ese?" preguntó Tomás con un tono preocupado.

"No lo sé, pero no me gusta su cara," dijo Lola mientras se escondía detrás de un arbusto.

Manuel, el gallo, se levantó un poco y decidió acercarse para averiguar.

"¿Quién eres, extraño?" preguntó valientemente.

El hombre, sorprendido por la valentía del gallo, respondió:

"Soy Martín, un granjero que está buscando un lugar hermoso para vivir. He visto su granja desde lejos y estoy muy impresionado."

Todos los animales se miraron entre sí, confundidos.

"¿Vas a quedarte aquí?" preguntó Blanca.

"Me encantaría, pero necesito saber si ustedes están de acuerdo y si la granja puede ser tanto de ustedes como mía," dijo Martín, sonriendo.

Los animales se reunieron para discutirlo en una Asamblea, algo que nunca antes habían hecho. Se dieron cuenta de que podían compartir su espacio con un nuevo amigo.

"Podemos hacerle una bienvenida sorpresa, así sabrá que somos amigables," propuso Clara.

"Y podemos invitarlo a la fiesta que queríamos hacer!" agregó Blanca.

Así que, asumiendo que el riesgo de compartir su hogar podría ser beneficioso, los animales prepararon una gran fiesta para Martín. Decoraron el granero con flores, hicieron juegos divertidos y, para la merienda, prepararon un delicioso banquete de frutas y verduras.

El día de la fiesta, cuando Martín llegó, quedó asombrado por la decoración.

"¡Vaya, qué maravilla! No sabía que ustedes eran tan creativos. ¡Esto parece un cuento!"

Los animales se presentaron uno a uno y le explicaron cómo era la vida en la granja. Martín se unió a sus juegos y, rápidamente, todos se divirtieron. ¡Era un día lleno de risas y alegría!

Finalmente, al caer la noche, Martín se puso serio y dijo:

"Quiero agradecerles por esta maravillosa bienvenida. Me encantaría quedarme aquí, pero sólo si ustedes están dispuestos a compartir su hogar conmigo. No tengo nada que ofrecer, solo mi amistad y ganas de trabajar juntos."

Los animales se miraron y, al unísono, dijeron:

"¡Sí, queremos que seas parte de nuestra familia!"

Desde ese día, Martín se quedó a vivir en la granja y trabajó junto a los animales, cuidándolos y aprendiendo de ellos. Juntos, construyeron una gran familia donde todos eran felices, y cada mañana, el canto de Manuel aún resonaba en el aire, alegrando el mundo de todos en la granja de la felicidad.

Y así, los animales aprendieron que aceptar a otros puede traer mucha alegría y amistad. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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