La granja de la amistad
Había una vez en una granja en el campo, un pollo llamado Pinpin, una gallina llamada Turuleca, un gallo llamado Bartolito, un caballo llamado Sol y una vaca llamada Lola.
Vivían todos juntos en armonía bajo el cuidado de un pequeño niño granjero llamado Mateo. Un día soleado, mientras Pinpin picoteaba maíz y Turuleca buscaba gusanitos en el suelo, llegó Mateo con una noticia emocionante.
-¡Chicos! ¡Vamos a tener visitantes hoy! Un grupo de niños vendrá a la granja para aprender sobre los animales y cómo cuidarlos. Los animales se emocionaron mucho al escuchar esto. Bartolito cantó alegremente: "Cocorocó, vamos a enseñarles todo lo que sabemos".
Sol relinchó felizmente mientras trotaba por el corral y Lola dio saltos de alegría. El día pasó rápido y pronto los niños llegaron a la granja. Mateo les dio la bienvenida y comenzaron a explorar juntos. Los niños se maravillaron al ver a los animales tan cerca.
-¿Cómo se llaman tus amigos? -preguntó uno de los niños curiosamente. Mateo sonrió y señalando cada animal dijo: -Este es Pinpin, nuestra amiga Turuleca, Bartolito, Sol y Lola también está aquí. Y ese cerdito travieso allá es Juanchito.
Los niños estaban encantados con los nombres de los animales e hicieron muchas preguntas sobre ellos. Mateo respondió pacientemente mientras mostraba cómo alimentarlos correctamente y cuidar de su bienestar.
Pero, a medida que avanzaba el día, los animales notaron que algo andaba mal con Juanchito. El cerdito estaba triste y no comía como de costumbre. -¿Qué le pasa a Juanchito? -preguntó Turuleca preocupada.
Mateo acarició la cabeza del cerdito y dijo: -Creo que está extrañando a sus amigos en el campo. Antes vivía en un lugar donde podía jugar y correr libremente. Aquí en la granja, no tiene mucho espacio para hacerlo. Los animales se miraron unos a otros con tristeza.
Sabían lo importante que era para Juanchito ser feliz y sentirse libre. Entonces, tuvieron una idea brillante.
Esa noche, cuando todos dormían, Pinpin abrió sigilosamente la puerta del corral y les susurró a los demás: -Amigos, debemos ayudar a Juanchito a ser feliz nuevamente. Vamos a construirle un lugar especial donde pueda jugar y explorar durante el día.
Con entusiasmo, los animales trabajaron toda la noche construyendo un amplio espacio cercado para Juanchito lleno de barro fresco para revolcarse y árboles bajo los cuales descansar. Al amanecer, Mateo se sorprendió al ver lo que habían hecho sus amigos animales por Juanchito. Sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud mientras abrazaba a cada uno de ellos.
Juanchito salió corriendo hacia su nuevo hogar especial y comenzó a saltar emocionado en el barro fresco. Los niños también estaban felices al ver cómo su amigo cerdito recuperaba su alegría. Desde ese día, los animales vivieron felices en la granja.
Mateo y los niños siguieron visitándolos regularmente para aprender y jugar juntos. Los animales siempre recordaron el valor de ayudarse mutuamente y cómo un pequeño gesto de bondad puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien.
Y así, la granja se convirtió en un lugar lleno de amor, amistad y aprendizaje, donde todos encontraban su felicidad trabajando juntos como una verdadera familia.
FIN.