La Granja en mi Jardín


Había una vez un niño llamado Alejandro, que vivía en la ciudad y siempre soñaba con vivir en el campo rodeado de animales.

Su abuelo Jairo tenía una granja llena de gallinas, vacas y cerdos, y cada verano lo llevaba a visitarla. Pero este año, las cosas eran diferentes. A causa de un problema en la granja, Alejandro no pudo ir a pasar sus vacaciones allí.

Estaba muy triste porque extrañaba mucho a los animales y todo lo que había aprendido junto a su abuelo Jairo. Un día, mientras caminaba por el parque de la ciudad, Alejandro encontró un libro sobre granjas. Lo tomó entre sus manos y empezó a leerlo con mucha emoción.

Cada página estaba llena de hermosas ilustraciones de animales y explicaciones sobre cómo cuidarlos. Alejandro se dio cuenta de que aunque no pudiera estar en la granja físicamente, podía aprender mucho sobre los animales desde su casa.

Decidió convertir su pequeño jardín trasero en una mini-granja urbana. Con ayuda de su mamá, compraron algunas semillas para plantar vegetales y construyeron un pequeño corral para tener gallinas. También adoptaron algunos peces para criarlos en una pecera.

"¡Mamá! ¡Mira nuestras nuevas amigas!" -exclamó Alejandro emocionado al ver las gallinas picoteando por el jardín. "Son preciosas" -respondió su mamá sonriendo-. "Ahora podrás aprender más sobre ellas como solías hacerlo con tu abuelo".

Alejandro pasaba horas observando a las gallinas e investigando sobre su alimentación y cuidado. Aprendió a recolectar los huevos y a limpiar el corral. También se dio cuenta de la importancia de tener un buen espacio y una alimentación adecuada para que las gallinas estuvieran sanas.

Con el tiempo, Alejandro se convirtió en un experto en gallinas. Sabía cómo reconocer cuando estaban enfermas o tristes, y siempre encontraba la manera de ayudarlas.

Un día, mientras regaba las plantas del jardín, Alejandro notó que había algo extraño debajo de uno de los arbustos. Al acercarse, descubrió un pequeño pollito perdido. Lo tomó entre sus manos con mucho cuidado y lo llevó al corral. "¡Mamá! ¡Encontré un pollito!" -gritó emocionado.

Su mamá se acercó rápidamente y le explicó que probablemente el pollito se había escapado del corral vecino. "Debemos encontrar a su dueño" -dijo su mamá-. "Pero mientras tanto, podemos cuidarlo nosotros".

Alejandro estaba feliz por tener un nuevo amigo en la granja urbana. Le puso de nombre —"Plumitas"  y lo cuidaba con mucho amor. Juntos pasaban horas jugando en el jardín y aprendiendo más sobre los animales.

Un día, mientras Alejandro estaba leyendo su libro sobre granjas junto a Plumitas, recibió una llamada sorpresa. Era su abuelo Jairo invitándolo nuevamente a pasar unas vacaciones en la granja. "¡Abuelo! Extrañaba mucho estar contigo y los animales", exclamó Alejandro emocionado.

Alejandro no podía creerlo, finalmente tendría la oportunidad de volver a estar en la granja junto a su querido abuelo Jairo y todos los animales que tanto extrañaba. Cuando llegó a la granja, Alejandro corrió hacia las gallinas y les contó sobre sus nuevas amigas y todo lo que había aprendido.

Las gallinas cacarearon emocionadas, como si entendieran cada palabra. Durante aquellas vacaciones, Alejandro compartió con su abuelo todas las aventuras vividas en su granja urbana. Juntos cuidaron de los animales, sembraron vegetales y disfrutaron de la compañía mutua.

Al regresar a casa, Alejandro sabía que siempre llevaría consigo el amor por los animales y todo lo aprendido en la granja. Ahora entendía que no importa dónde esté, siempre habrá una manera de aprender y disfrutar de la naturaleza.

Y así fue como Alejandro descubrió que aunque extrañara mucho a los animales y todo lo que había aprendido en la granja de Jairo, podía encontrar formas creativas para seguir conectado con ellos desde cualquier lugar del mundo.

Y eso le llenaba el corazón de felicidad.

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