La Granjita de Gianna



Era una soleada mañana de primavera cuando Gianna, una niña de 5 años con ojos brillantes y una sonrisa contagiosa, decidió que quería tener su propia granjita de animales. En su pequeño patio trasero, imaginaba un lugar lleno de risas, colores y, por supuesto, muchos animales.

-Gianna, ¿qué estás pensando? -le preguntó su mamá, mientras colgaba la ropa en el tendedero.

-¡Quiero una granjita, mamá! -exclamó emocionada, saltando por el jardín.

-¿Una granjita? ¿Y qué animales tendrías? -preguntó su mamá, sonriendo.

-¡Gallinas, patos, una cabra y un cerdito! -respondió Gianna, contando con los dedos.

Su mamá se agachó a su altura y le dijo:

-Bueno, eso suena muy divertido, pero tener una granja requiere mucho trabajo y responsabilidad.

Gianna se quedó pensativa, pero su entusiasmo no disminuyó. Corrió al cobertizo y empezó a dibujar su granjita en una cartulina. Hizo un granero amarillo, un gallinero rojo y un pequeño estanque para los patos. Pero cuando terminó, se dio cuenta de que necesitaba más que solo dibujar.

-Esta granja tiene que ser real, mamá -dijo Gianna.

-¡Claro! Vamos a hacer un plan, pero primero, ¿qué deberíamos hacer para cuidar a esos animales? -sugirió su mamá.

-Bueno, necesitamos darles de comer, darles agua, y asegurarnos de que estén siempre limpios -explicó Gianna.

Así que mamá y Gianna se pusieron manos a la obra. Juntas hicieron una lista de los cuidados que necesitaban los animales. Después de un par de días hablando con sus amigos y sus padres, descubrieron que podrían empezar con algunos pequeños animales de juguete para simular su granjita.

-Un día, mamá me llevará a conocer una granja de verdad. ¡Imaginá lo que aprenderemos! -dijo Gianna.

Cuando llegaron a la granja, Gianna saltó de emoción. Los animales corrían y jugaban, y ella se sintió en su elemento. Mientras observaba a las gallinas picoteando el suelo, conoció a un granjero amable que la saludó:

-Hola, pequeña. ¿Te gustaría tocar a esta gallina? -preguntó el granjero.

-¡Sí, por favor! -dijo Gianna, saltando de alegría.

Gianna también vio a una cabra que saltaba y a un cerdito que buscaba algo rico para comer. Cada animal era tan especial que ella imaginó cómo sería cuidarlos.

-¿Cómo se llama esa cabra? -preguntó Gianna, señalando al animal que brincaba cerca.

-Se llama Luna. Es muy juguetona, pero también necesita cuidarse y comer bien -respondió el granjero.

Entonces, el granjero le mostró cómo alimentar a los animales y cómo mantener su espacio limpio. Cada vez que Gianna aprendía algo nuevo, su soñada granjita se acercaba más a la realidad.

Al regresar a casa, Gianna estaba llena de inspiración.

-Mamá, quiero cuidar de animales como lo hizo el granjero -dijo con entusiasmo.

-Yo también, Gianna. Empecemos a ayudar a nuestras mascotas en casa -respondió su mamá, sonriendo ante la idea.

Y así, comenzaron a cuidar de su gato y su perro, alimentándolos y jugando con ellos todos los días. Gianna se dio cuenta de que cuidar a un animal es una gran responsabilidad, pero también es muy divertido.

Con el tiempo, más amigos se unieron a su proyecto de granja, trayendo sus propias mascotas de juguete, como conejitos y patitos. Juntos, jugaban a ser granjeros, alimentando y cuidando de sus animales de juguete y aprendiendo a ser responsables.

Un día, mientras jugaban, Gianna tuvo una idea brillante.

-¡Hagamos un pequeño espectáculo de granja en el patio! -propuso con entusiasmo.

Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a preparar un show donde cada uno mostraba sus animales de juguete. Prepararon carteles, ensayaron coreografías y hasta un concurso de saltos para los conejos.

El día del espectáculo, muchos padres llegaron a ver el show de Gianna y sus amigos.

-¡Bienvenidos a la granja de Gianna! -anunció ella, con su voz llena de alegría.

Los niños presentaron a sus animales, los cuidaron y contaron lo que habían aprendido. Todos se rieron y aplaudieron.

-¡Bravo! -gritó su mamá.

Después de la función, Gianna se sintió muy feliz.

-Mamá, creo que no necesito una granja de verdad, porque ya tengo a mis amigos y a nuestra alegría -dijo Gianna, abrazando a su mamá.

-Yo también creo eso. Lo importante es que aprendiste a cuidar y compartir -respondió su madre.

Y así, Gianna descubrió que no importa el tamaño de la granja, lo que realmente cuenta es el amor y la alegría que se puede compartir con los demás. A partir de entonces, siempre soñaría con su granjita, construida en el amor de sus amigos y su familia, y con muchos animales, en su corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!