La guayaba mágica y la belleza interior
Había una vez, en un lejano reino, una hermosa reina llamada Valentina. Aunque era muy bella, había perdido todo su cabello y esto la entristecía mucho.
La reina anhelaba tener una larga melena como todas las mujeres del reino. Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, escuchó a dos sirvientas hablar sobre una fruta mágica llamada guayaba que tenía el poder de hacer crecer el cabello.
Valentina se emocionó tanto al enterarse de esto que decidió ir en busca de la fruta para recuperar su preciado pelo. Pero lo que la reina no sabía era que la guayaba estaba custodiada por Yrupe, la diosa protectora de las frutas mágicas.
Yrupe vivía en un bosque encantado lleno de árboles gigantes y flores brillantes. La valiente Valentina convocó a sus caballeros más valerosos y les dio armaduras de plata para enfrentarse a cualquier peligro que encontraran en su camino hacia la guayaba mágica.
Los caballeros partieron con determinación hacia el bosque encantado, pero cuando llegaron descubrieron que no sería tan fácil obtener la fruta. Yrupe apareció ante ellos con su resplandeciente vestido verde y alas doradas.
"¿Quiénes osan perturbar mi hogar?", preguntó Yrupe con voz firme pero amable. Valentina se adelantó y explicó su deseo de recuperar su cabello perdido. "Oh gran diosa Yrupe, por favor permítenos llevar la guayaba mágica a nuestro reino.
Sería un gran regalo para todas las mujeres que desean tener cabello hermoso". Yrupe miró a la reina y le sonrió comprensiva. "Entiendo tu deseo, querida Valentina, pero debes saber que esta fruta no es solo para embellecerse externamente.
La guayaba también representa el crecimiento interno y la fuerza interior que todos llevamos dentro". Valentina reflexionó sobre las palabras de Yrupe y comprendió que su verdadera belleza no residía solo en su apariencia física, sino en lo valiente y amorosa que era con su pueblo.
"Señora Yrupe", dijo Valentina con gratitud en su voz, "he aprendido una valiosa lección gracias a usted.
Mi belleza no se limita al cabello en mi cabeza, sino a cómo trato a los demás y cómo me siento por dentro". Impresionada por la sinceridad y humildad de Valentina, Yrupe decidió otorgarle una pequeña semilla de guayaba como símbolo de sabiduría y fortaleza.
La reina plantó la semilla en el jardín del castillo y cuidó de ella con amor y paciencia. Poco a poco, un hermoso árbol de guayabas comenzó a crecer hasta alcanzar el cielo. Con el tiempo, Valentina entendió que su verdadero poder radicaba en ser una líder justa y amable para su pueblo.
Su calvicie ya no le importaba tanto porque había encontrado algo más importante: la confianza en sí misma. El árbol de guayabas se convirtió en un símbolo de esperanza y crecimiento para todo el reino.
Las mujeres del pueblo aprendieron a amar y aceptarse tal como eran, valorando su interior por encima de cualquier apariencia externa. Y así, la reina Valentina vivió felizmente el resto de sus días, rodeada de amor y admiración por su fortaleza interior.
Y cada vez que alguien probaba una guayaba mágica, recordaban la valiosa lección que Yrupe les había enseñado: la verdadera belleza viene desde adentro.
FIN.