La guerra de las frutas



Había una vez en el hermoso pueblo de Frutalandia, donde todos los habitantes eran frutas felices y juguetonas. En este pintoresco lugar, las manzanas, las naranjas, las bananas y muchas otras frutas vivían en armonía.

Pero un día, una disputa surgió entre dos grupos de frutas: las frutas cítricas encabezadas por la Reina Naranja y las frutas dulces lideradas por el Rey Manzana.

La guerra comenzó cuando la Reina Naranja declaró que su grupo era superior debido a su sabor ácido y refrescante. Los dos grupos se enfrentaron lanzándose unas a otras con jugosos proyectiles de sus respectivas variedades. Durante años, la guerra continuó sin cesar, con los campos llenos de pulpa y piel de diferentes colores.

Los niños fruta crecieron escuchando historias sobre esta larga batalla. Pero uno de ellos, llamado Tito Tomate, no podía entender por qué debían pelearse solo por tener gustos diferentes.

Tito siempre había sido curioso e imaginativo, así que decidió hacer algo para detener esta absurda guerra. Un día soleado mientras caminaba por el campo de batalla cubierto de puré de frutas rojas y amarillas, Tito encontró un libro antiguo sobre la historia del pueblo.

Leyendo atentamente cada página descubrió que hace mucho tiempo todas las frutas solían convivir pacíficamente sin importar su sabor o textura. Con esta información en mente, Tito decidió hablar con los líderes del conflicto: la Reina Naranja y el Rey Manzana.

Les propuso organizar un concurso de jugos en lugar de seguir peleando. El ganador sería aquel cuyo jugo fuera más delicioso y refrescante según el paladar de los jueces.

Ambos líderes, cansados de la guerra, aceptaron la propuesta y convocaron a todas las frutas para que participaran en este evento especial. Se formaron equipos mixtos compuestos por diferentes tipos de frutas trabajando juntas para crear los mejores jugos. Se construyó una gran feria donde se exhibieron las creaciones frutales.

Había mesas llenas de manzanas trituradas, naranjas exprimidas y bananas licuadas esperando ser probadas por los jueces. El día del concurso llegó y todos estaban emocionados por probar las deliciosas mezclas que habían sido preparadas con tanto amor.

Los jueces sorbieron cada jugo lentamente mientras evaluaban su sabor, textura y aroma. Después de mucho deliberar, finalmente llegaron a una decisión unánime: no había ganadores ni perdedores porque todos los jugos eran únicos y maravillosos a su manera.

La noticia se extendió rápidamente por todo Frutalandia y pronto todos se dieron cuenta de lo absurdo que había sido luchar durante tantos años solo por tener gustos diferentes.

Las frutas aprendieron a valorarse mutuamente sin importar su sabor o apariencia externa. Desde entonces, Frutalandia ha sido un lugar pacífico donde todas las frutas viven juntas en armonía.

Tito Tomate se convirtió en el símbolo del cambio y fue elegido como el mediador oficial entre grupos de frutas en cualquier conflicto que pudiera surgir. Y así, gracias a la sabiduría y valentía de un pequeño tomate, las frutas aprendieron que la diversidad es lo que hace a Frutalandia un lugar especial.

Todos entendieron que no importa si eres dulce o ácido, todos somos frutas y podemos vivir juntos en paz y felicidad. La guerra de frutas fue finalmente olvidada y reemplazada por una amistad duradera entre todos los habitantes del pueblo.

FIN.

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