La Guitarra del Reencuentro



Había una vez un padre y su hijo llamado Mateo. Vivían juntos en un pequeño pueblo de Argentina. El padre, llamado Juan, era un viajero y pasaba mucho tiempo fuera de casa por trabajo.

Aunque se veían poco, siempre se añoraban mucho el uno al otro. Un día, Juan recibió una oferta de trabajo en otra ciudad muy lejana.

No quería dejar a Mateo atrás, pero sabía que tenía que aceptar la oportunidad para poder brindarle un mejor futuro. Lleno de tristeza, le explicó a Mateo la situación. "Mateo, mi amado hijo, tengo que irme por un tiempo a trabajar en otra ciudad" -dijo Juan con voz entrecortada-.

"Pero te prometo que volveré tan pronto como pueda". Mateo miró a su papá con ojos tristes y preguntó: "¿Cuántos días estarás fuera?""No lo sé exactamente", respondió Juan sinceramente. "Podrían ser semanas o incluso meses".

El corazón de Mateo se llenó aún más de tristeza al escuchar esto. Pero luego recordó algo importante: su papá siempre le decía que los momentos difíciles también pueden traer oportunidades. "Papá", dijo Mateo con determinación, "entiendo que debes irte para trabajar duro por nosotros".

"Prometo esperarte pacientemente y hacer todo lo posible para mantenernos fuertes hasta tu regreso". Juan abrazó fuertemente a su hijo y sintió tanto orgullo en ese momento. Los días pasaron y Mateo se mantuvo ocupado mientras extrañaba a su papá.

Se hizo amigo del vecino Don Ernesto, quien solía contarle historias emocionantes sobre sus viajes por el mundo. También comenzó a aprender a tocar la guitarra, una pasión compartida con su papá.

Una tarde soleada, mientras Mateo practicaba su música en el jardín, Don Ernesto se acercó y le dijo: "Mateo, he oído decir que tu papá es un gran guitarrista". "Sí", respondió Mateo con orgullo. "Es mi héroe y quiero ser como él".

Don Ernesto sonrió y dijo: "Creo que tengo algo para ti". Sacó una vieja guitarra de su maleta y se la entregó a Mateo. "Esta guitarra pertenecía a mi abuelo y me gustaría que la cuidaras".

Los ojos de Mateo se iluminaron de alegría al ver aquel regalo inesperado. A partir de ese día, Mateo tocaba la guitarra todos los días, imaginando que estaba junto a su papá en un escenario lleno de gente aplaudiendo.

A medida que pasaba el tiempo, mejoraba cada vez más. Un día, cuando ya habían pasado varios meses desde la partida de Juan, Mateo recibió una llamada sorpresa. Era su papá anunciando que había terminado su trabajo y volvería a casa muy pronto.

La emoción invadió el corazón de Mateo mientras contaba los días restantes para reunirse con su amado padre. Finalmente llegó el esperado momento. Juan volvió al hogar y fue recibido por un abrazo cálido y apretado por parte de Mateo.

Los dos compartieron lágrimas de alegría mientras se prometían nunca separarse nuevamente. Juan quedó sorprendido al escuchar a Mateo tocar la guitarra con tanta habilidad.

Mateo le explicó cómo Don Ernesto le había regalado la guitarra y cómo había practicado todos los días para sentirse más cerca de su papá. "Mi valiente hijo", dijo Juan emocionado, "has demostrado que incluso en la distancia podemos encontrar formas de estar juntos".

A partir de ese día, Juan decidió pasar más tiempo en casa con su hijo y buscar trabajos que les permitieran estar juntos. Juntos, padre e hijo construyeron una relación aún más fuerte, basada en el amor y el apoyo mutuo.

Y así, Mateo aprendió una importante lección: aunque la separación puede ser difícil, siempre hay oportunidades para crecer y mantener viva la conexión con aquellos que amamos.

FIN.

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