La Guitarra Encantada
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Armonía, un niño llamado Lucas que soñaba con ser un gran músico. Todos los días, después de hacer sus tareas, se sentaba en el parque con su vieja guitarra, que le había regalado su abuelo. Sin embargo, Lucas nunca había podido tocar más que algunas melodías sencillas.
Un día, mientras practicaba en el parque, se le acercó una ancianita que siempre pasaba por ahí. Ella tenía un aire enigmático y una sonrisa amable.
"¿Por qué te ves tan triste, niño?" - preguntó la ancianita, mirando la guitarra de Lucas.
"Quiero ser un gran músico, pero no puedo tocar bien. A veces siento que la guitarra no me entiende" - suspiró Lucas.
La anciana se inclinó hacia la guitarra y comenzó a murmurar unas palabras en un idioma extraño. De repente, la guitarra comenzó a brillar suavemente.
"Esta guitarra tiene un encanto especial. Si la tocas con el corazón, te llevará a un mundo mágico, pero debes tener cuidado. Solo podrás regresar si aprendes la verdadera música que tienes dentro" - dijo la anciana, antes de desaparecer entre los árboles.
Sorprendido, Lucas tomó la guitarra. Al tocar las cuerdas, se encontró de repente en un hermoso bosque lleno de luces danzantes y criaturas fantásticas. Con cada nota, el paisaje cambiaba: flores de colores, aves que cantaban melodías dulces y hasta un río que sonaba como una orquesta.
"¡Guau! Esto es asombroso!" - exclamó Lucas, maravillado.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que, aunque todo era hermoso, no podía disfrutarlo completamente. Las criaturas le pedían que tocara algo especial para poder bailar y celebrar. Pero al intentar tocar, solo lograba emitir sonidos desafinados.
"¿Por qué no puedes tocar bien?" - preguntó un pequeño conejo que llevaba un sombrero.
"Quiero, pero no sé cómo" - respondió Lucas, sintiéndose frustrado.
El conejo, al ver la desazón de Lucas, le dijo:
"Aquí, en este mundo mágico, la música no solo se toca con las manos, sino con el corazón. Tienes que sentir la música dentro de ti, y luego, tus dedos la seguirán".
Lucas tomó una profunda respiración y cerró los ojos. Recordó todos los momentos felices que había vivido: los días de lluvia tocando en casa, las risas con sus amigos y el amor que sentía por la música. Con esa energía, comenzó a tocar de nuevo. Esta vez, las notas salieron de su guitarra como un torrente de alegría.
Las criaturas del bosque comenzaron a bailar y a reír. Las flores se movían al ritmo de la música y lucían aún más vibrantes.
Después de un rato, el sapo rey, que también estaba allí disfrutando de la música, se acercó.
"Has encontrado el ritmo de tu corazón, joven músico. Pero recuerda, la música se trata de compartir y unir a los demás. No es solo para ti".
Lucas asintió, dándose cuenta de que la música tenía el poder de unir a todas las criaturas del bosque. Con cada acorde que tocaba, las criaturas se unían en una gran celebración.
Cuando finalmente tocó la última nota, sintió que el bosque comenzaba a desvanecerse.
"¡No! Quiero quedarme aquí!" - gritó Lucas.
"Debes regresar, querido" - dijo el conejo. "Pero puedes volver siempre que lleves la música en tu corazón y la compartas con los demás".
En un parpadeo, Lucas estaba de vuelta en el parque, con su guitarra en la mano. Miró a su alrededor, aún sintiendo la magia de su aventura. De pronto, se dio cuenta de que su guitarra ya no era la misma. Ahora resonaba con una hermosa melodía que ni siquiera sabía que podía tocar.
Desde entonces, Lucas se volvió el músico más querido del pueblo. Compartía su música con todos, recordando siempre el consejo del conejo: "La música se trata de unir a las personas". Y así, el pueblo de Armonía siempre estaba lleno de risas y melodías, gracias a Lucas y su guitarra encantada.
"¿Ven a escucharme tocar?" - preguntaba Lucas con una gran sonrisa a todos los que pasaban.
Y así, el niño que no podía tocar bien, encontró su camino gracias a la música, la amistad y un poco de magia.
FIN.