La habitación del miedo



Me despierto en medio de la noche, sudando y con el corazón palpitando. La oscuridad me rodea, pero no puedo cerrar los ojos. Mis pensamientos se agolpan en mi mente como un torbellino de locura.

"¿Qué hay detrás de esa puerta?", me pregunto obsesivamente. Mi mano tiembla al alcanzar el pomo helado. Lo giro lentamente y la puerta cruje al abrirse. Un escalofrío recorre mi espalda mientras me adentro en la habitación prohibida.

Las paredes están cubiertas de extraños símbolos y figuras grotescas. El aire es denso, cargado con una energía maligna que palpita en mis venas. Mis pasos son cautelosos mientras avanzo por el oscuro pasillo.

De repente, escucho un susurro siniestro que parece venir desde todas partes a la vez. "No deberías estar aquí... ", susurra una voz lúgubre. Mi corazón late más rápido, pero no puedo detenerme ahora.

Sigo adelante hasta llegar a una sala iluminada por velas temblorosas. En el centro hay una figura encapuchada arrodillada frente a un altar macabro.

"No deberías haber venido", dice la figura con voz rasposa mientras levanta la cabeza lentamente revelando unos ojos inyectados en sangre y una sonrisa malévola. El terror paraliza mi cuerpo, pero algo dentro de mí se niega a rendirse ante esta pesadilla viviente. Me obligo a dar un paso hacia atrás y luego otro, alejándome poco a poco del horror que tengo delante.

Pero la figura encapuchada se levanta y avanza hacia mí con pasos lentos pero decididos. "No puedes escapar", susurra, su voz retumbando en mi cabeza. Corro desesperadamente por el pasillo, tropezando y cayendo varias veces.

Mi respiración es agitada, mis piernas apenas pueden sostenerme, pero no puedo detenerme ahora. Finalmente llego a la puerta de salida y la abro de un empujón. El aire fresco golpea mi rostro mientras salgo corriendo hacia la libertad.

Miro hacia atrás una última vez y veo a la figura encapuchada observándome desde lejos, su sonrisa siniestra grabada en mi mente para siempre. Caigo al suelo exhausto y temblando mientras me alejo de esa casa maldita.

Sé que nunca podré olvidar lo que vi allí dentro, pero prometo no dejar que el terror me consuma. Desde ese día, he aprendido a vivir con mis miedos y enfrentarlos valientemente.

Porque aunque los monstruos puedan acechar en las sombras más oscuras de nuestra mente, siempre habrá luz al final del túnel si tenemos el valor suficiente para buscarla.

FIN.

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