La Habitación Encantada


Había una vez una niña llamada Martina, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos paisajes. Martina era una niña soñadora y creativa, siempre imaginaba historias fantásticas y mundos mágicos.

Sin embargo, Martina tenía un problema: su habitación era muy aburrida. Las paredes eran blancas y sin vida, no había juguetes ni colores vibrantes que la inspiraran. Martina soñaba con tener una habitación llena de alegría y diversión, donde pudiera dejar volar su imaginación.

Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Martina encontró a Don Roberto, un anciano muy sabio que solía contar cuentos a los niños del lugar. Martina se acercó a él con curiosidad y le contó sobre su triste habitación.

Don Roberto sonrió amablemente y le dijo: "Martina, todos tenemos la capacidad de hacer nuestros sueños realidad. Si deseas tener una habitación maravillosa, debes empezar por imaginarla".

Martina quedó perpleja ante las palabras de Don Roberto, pero decidió seguir su consejo. Esa noche cerró los ojos e imaginó cada detalle de su nueva habitación: las paredes pintadas con colores brillantes como el arcoíris, estanterías llenas de libros mágicos y un enorme mural con sus personajes favoritos.

Al despertar al día siguiente, Martina no podía creer lo que veían sus ojos. Su habitación se había transformado tal como la había imaginado en sus sueños. Saltando de alegría comenzó a explorar cada rincón.

De repente escuchó una risa proveniente de debajo de su cama. Era un pequeño duende llamado Filiberto, que se había convertido en su nuevo amigo. "¡Hola Martina! Soy Filiberto, el duende encargado de hacer realidad los sueños de los niños", dijo emocionado.

Martina y Filiberto pasaron días inolvidables juntos, jugando y explorando la habitación mágica. Pero un día, mientras jugaban a las escondidas, Martina notó que algo extraño estaba sucediendo. La habitación comenzaba a perder sus colores y magia.

Preocupada, Martina buscó a Don Roberto para pedirle ayuda. Él le explicó que para mantener viva la magia de la habitación, Martina debía alimentarla con amor y creatividad todos los días.

Desde ese momento, Martina se propuso cuidar su habitación como si fuera un tesoro preciado. Cada día dedicaba tiempo a leer libros fantásticos, dibujar hermosos murales y jugar con sus amigos imaginarios. Con el paso del tiempo, la habitación volvió a llenarse de colores vibrantes y alegría infinita.

Martina aprendió que los sueños pueden hacerse realidad si uno cree en ellos y trabaja por ellos. Y así fue como Martina vivió muchas aventuras dentro de su maravillosa habitación mágica.

Aprendió que no importa lo pequeña o aburrida que parezca una situación, siempre hay una forma de transformarla en algo extraordinario cuando se tiene fe en uno mismo y se lucha por lo que se quiere.

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