La Hallaca Navideña



En un pequeño pueblo de Venezuela, donde la alegría y el amor por la comida eran protagonistas de cada celebración, los niños esperaban con ansias la llegada de la Navidad. Un grupo de amigos, compuesto por Valentina, Nicolás y Sofía, siempre estaban listos para ayudar a sus abuelos en la cocina durante las festividades. Este año, decidieron que querían hacer algo especial, algo diferente de lo que hacían cada año.

"¿Y si hacemos hallacas en lugar de la típica cena navideña?" - propuso Valentina emocionada.

"¿Hallacas? ¡Eso sería increíble! Pero, ¿qué tal si a la abuela no le gusta la idea?" - dudó Nicolás.

"Podríamos sorprenderla; le encantan las hallacas!" - sugirió Sofía.

Así fue como los tres amigos se pusieron manos a la obra. Al día siguiente, llevaron la propuesta a la abuela de Valentina, que siempre había cocinado el mismo menú navideño cada año. La abuela los miró curiosa, y con una sonrisa dijo:

"Bueno, mis chers, tengo que admitir que me encanta la idea. Pero eso significa que debemos trabajar duro en la cocina. ¿Están listos para ello?"

Los amigos asintieron con determinación. Comenzaron por reunir todos los ingredientes necesarios: plátano verde, carne, aceitunas, pasas, condimentos y, por supuesto, la masa de maíz. Fueron al mercado del pueblo, donde conocieron a Don Manuel, un anciano que vendía los mejores ingredientes de la región.

"¡Hola, pequeños! ¿Qué andan buscando?" - preguntó Don Manuel con una sonrisa.

"¡Hola Don Manuel! Vamos a hacer hallacas para la Navidad!" - exclamó Sofía.

"¡Qué buena idea! Las hallacas son un clásico en mi familia. Les puedo ayudar con unos consejos para que queden perfectas!" - respondió el anciano.

Con los consejos de Don Manuel, y después de recoger todos los ingredientes, los amigos volvieron a casa. La cocina comenzó a llenarse de aromas deliciosos mientras trabajaban juntos, pero no todo fue fácil. Al hacer la masa, se les acabó la harina.

"¿Qué hacemos ahora? No podemos detenernos!" - gritó Nicolás.

"Podríamos ir a buscar un poco a casa de Julia, mi vecina. Ella siempre tiene de más" - sugirió Valentina mientras revolvía la mezcla.

Al llegar a la casa de Julia, ella y su mamá están muy ocupadas preparando galletas navideñas, así que una idea ocupó la mente de Sofía:

"¡Rápido! ¿Y si le pedimos que se una a nosotros? Así podemos hacer un plato navideño diferente todos juntos!" - expresó emocionada.

"¡Genial! Vamos a invitarla!" - concordaron Valentina y Nicolás.

Después de conseguir la harina y sacar a Julia de la cocina de galletas, los cuatro amigos regresaron a casa. Cuando entraron a la cocina, la abuela sonrió y les preguntó:

"¿Qué están tramando aquí, eh?"

"Hoy queremos mezclar las tradiciones. Vamos a hacer hallacas y galletas al mismo tiempo!" - respondió Sofía.

Con mucho entusiasmo, cada uno tomó un rol. Valentina amasaba la masa, Nicolás organizaba los ingredientes, Sofía se encargaba de condimentar la carne y Julia ayudaba a envolver las hallacas con plátano. En medio de risas y anécdotas, crearon no solo las hallacas perfectas, sino también un ambiente lleno de alegría.

Sin embargo, al final del día, la cocina estaba hecha un desastre y aún debían limpiar.

"Oh no, pero ahora nadie va a querer comer si ve esto" - refunfuñó Nicolás.

"No se preocupen, la abuela siempre tiene una solución para eso!" - les recordó Valentina.

"¡Exacto!" - añadieron con risa.

Y efectivamente, la abuela trajo su famosa varita mágica de la limpieza y en un abrir y cerrar de ojos, la cocina quedó reluciente. Esa noche, la familia se reunió a la mesa unida, donde las hallacas y las galletas navideñas llamaron a la celebración.

"Así que este es el espíritu navideño!" - dijo la abuela y todos levantaron sus copas en señal de brindis.

Cuando todos empezaron a comer, la abuela sonrió y dijo:

"Chicos, hoy han cambiado la tradición, algo que puede parecer simple, pero que lleva amor y esfuerzo. Esto es lo que importa, compartir y disfrutar juntos." - exclamó orgullosa.

Esa noche, los amigos aprendieron que las tradiciones pueden cambiarse, siempre y cuando se basen en el amor y en la unión familiar. Esa Navidad, la hallaca se convirtió en su nuevo plato navideño favorito, y se prometieron que todos los años continuarían haciendo algo diferente, llevando un poco de su esencia en cada celebración.

Y así, año tras año, el pueblo resonó con el olor de hallacas los días festivos, mientras los amigos mantenían viva la chispa de la creatividad y el cariño en sus corazones.

FIN.

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