La historia de Cuarzo, un niño diferente
Había una vez, en un pueblito lleno de colores y risas, un niño llamado Cuarzo. A Cuarzo le encantaba recoger piedras y cristales en su camino a la escuela. Pero a diferencia de los otros chicos, él no jugaba al fútbol ni se interesaba por los mismos juegos. En su lugar, pasaba horas observando cómo el sol brillaba en cada piedra que encontraba, imaginando historias sobre ellas.
Un día, mientras exploraba un camino nuevo, Cuarzo halló una piedra brillante y extraña. Era de un color azul profundo y, al tocarla, sintió una energía especial. "¿Qué serás tú?"- pensó Cuarzo, guardándola en su bolsillo.
Cuando llegó a la escuela, sus amigos estaban jugando al fútbol.
"¡Cuarzo, ven a jugar!"- lo llamaron.
"No sé jugar muy bien, prefiero mirar los juegos de sombras que hacen las piedras con el sol"-, respondió con una sonrisa.
Sus amigos lo miraron extrañados. "Cuarzo, ¡sos un niño muy raro!"- dijo Leo, el más aventurero del grupo.
Cuarzo sintió un nudo en su estómago, pero decidió no rendirse. Al día siguiente, llevó algunas de sus piedras al colegio para compartir su pasión. Cuando los chicos vieron las piedras brillantes, sus ojos se iluminaron y comenzaron a hacer preguntas.
"¿De dónde las sacaste?"- preguntó Ana, la más curiosa.
"Las encontré en el bosque. Algunas son más antiguas que nosotros, y otras son como un espejo que refleja nuestros sueños"-, explicó Cuarzo con entusiasmo.
Los niños comenzaron a acercarse a él, fascinados por sus historias. La magia de Cuarzo radicaba en su capacidad para ver lo especial en lo que otros consideraban simple.
De repente, la maestra, la señorita Clara, entró en el aula. "Chicos, hoy vamos a hacer un proyecto sobre la naturaleza"-.
Cuarzo no pudo evitar sonreír. Sabía que era su oportunidad.
"¡Yo puedo ayudar!"-, exclamó.
"¿Con qué?"- le preguntó Ana.
"Con cristales y rocas. Podemos hacer un mural gigante y contar sus historias"-.
Los niños se miraron emocionados y decidieron seguir la idea de Cuarzo.
Los días siguientes, Cuarzo trajo distintas piedras, cada una acompañada de una historia. Un día, mientras hablaban sobre un cristal que parecía un arcoíris, uno de sus amigos, Tobi, dijo:
"No entiendo por qué te gustan tanto esas cosas. A mí no me impresionan"-.
Cuarzo lo miró y respondió:
"Pero todos somos diferentes, Tobi. A veces, lo que no entendemos ni nos gusta, puede ser mágico para otro"-.
Poco a poco, Tobi empezó a interesarse y, después de escuchar la historia de una piedra que ayudaba a los viajeros en tiempos antiguos, incluso pidió a Cuarzo que le prestara una para llevar a casa. Con el tiempo, Tobi se convirtió en uno de los aliados más cercanos de Cuarzo.
El día de la presentación del mural, todos estaban emocionados. Cuarzo, como el narrador, contó cada historia detrás de las piedras mientras sus compañeros ayudaban a unirlas en el mural. Al finalizar, la señorita Clara, impresionada, dijo:
"Este es el mejor proyecto que he visto. Todos ustedes han aprendido algo muy importante: la diversidad es lo que nos hace únicos y especiales"-.
La clase estalló en aplausos. Cuarzo sintió que, finalmente, los demás habían comenzado a entender su forma de ver el mundo.
Pero un giro inesperado ocurrió cuando un grupo de adultos del pueblo llegó a la escuela; estaban preocupados por la cantidad de niños escuchando a Cuarzo. "Estos chicos no pueden estar perdiendo el tiempo con piedras, ¡necesitan concentrarse en cosas más importantes!"- dijo uno de ellos.
Cuarzo se sintió nuevamente pequeño y cuestionado. Pero, antes de que alguien pudiera decir más, Tobi se levantó y dijo:
"Señor, las piedras tienen más que solo brillo. Nos enseñan sobre el mundo y la historia, nos hacen soñar. ¡Cuarzo nos enseñó a mirar más allá!"-
Las palabras de Tobi resonaron en la sala y los adultos no pudieron evitar sonreír. La curiosidad es una llama que nunca se extingue, y los niños tenían derecho a aprender de la forma que prefirieran.
Desde ese día, Cuarzo se convirtió en un símbolo en la escuela. Los demás chicos comenzaron a buscar y compartir sus propias pasiones. La diversidad se celebraba cada día y cada uno encontraba su lugar en el grupo.
Años después, cuando Cuarzo creció, siguió explorando su amor por las piedras y se convirtió en geólogo.
Todos los días, recordaba cómo un grupo de amigos le mostró que ser diferente no solo está bien, sino que también puede ser una puerta hacia un mundo lleno de maravillas.
FIN.