La Historia de la Tierra



En un rincón lejanísimo del universo, había una pequeña estrella llamada Estelita. A Estelita le encantaba brillar y ver todo lo que sucedía en el espacio. Un día, mientras parpadeaba, se puso a pensar:

"¿Cómo será tener un planeta propio?"

Soñó con un mundo lleno de vida, donde criaturas inventivas pudieran vivir en armonía. Así que decidió emprender un viaje junto a sus amigos, los cometas, para crear su propio planeta.

Los cometas eran veloces y traían consigo polvo estelar, rocas y gases. Estelita les dijo:

"¡Vamos a formar algo increíble juntos!"

En su viaje, recogieron pedacitos de materia de otros lugares del espacio, ¡y así comenzó la historia de la Tierra!

Mientras viajaban, empezaron a juntar toda esa materia y, con su energía brillante, comenzaron a unirla. Un día, después de un largo esfuerzo, formaron una enorme bola de rocas y polvo. Sin embargo, Estelita se dio cuenta de que la bola estaba fría y solitaria:

"¡Ay, esto no es lo que imaginé! Necesitamos fuego y agua para que se convierta en un lugar amigable para la vida."

Los cometas, siempre creativos, decidieron ayudar:

"¿Qué pasaría si traemos un poco de magma?"

Así, uno de los cometas, que era muy bueno recolectando, lanzó un torrente de magma que cubrió el planeta. Cuando el magma se enfrió, se formó una costra sólida, y de repente, aparecieron los primeros océanos.

Estelita observó feliz:

"¡Eso es! Ahora tenemos océanos, pero necesitamos más... ¡Vida!"

Entonces, los cometas comenzaron a chocar suavemente contra la corteza terrestre, liberando gases que se juntaron y formaron la atmósfera. Ahora el mundo se estaba llenando de colores y sueños.

Con el tiempo, algunos de esos gases se convirtieron en nubes, y las primeras gotas de agua comenzaron a caer sobre la Tierra:

"¡Llueve! ¡Llueve!" gritaron todos emocionados.

La lluvia llenó las llanuras y montañas recién formadas. Las aguas empezaron a moverse, y con ellas, algo maravilloso sucedió. Algunas células flotantes comenzaron a unirse, y así, el primer ser vivo apareció en el océano:

"¡Miren, un pequeño microorganismo!" exclamó Estelita.

Ahora, la Tierra ya tenía agua y vida, pero Estelita quería que el planeta fuera aún más especial. Decidió pedirle ayuda a la Luna, que siempre observaba desde lejos:

"Luna, ¿creés que podés ayudarme a dar forma a este mundo?"

La Luna sonrió y respondió:

"Por supuesto, Estelita. Voy a crear las mareas, así el océano tendrá movimiento y las criaturas podrán explorar."

Y así lo hizo. La Luna empezó a influir en las aguas, creando grandes oleajes y dejando espacios en las costas.

Pero Estelita no se detuvo ahí. Quería que en su planeta hubiera árboles, animales y hasta montañas altísimas. Así que, con un poco de ayuda de su estrella amiga, comenzó la era de los grandes cambios:

"Que florezcan las plantas, que los animales se multipliquen, y que la Tierra sea un hogar lleno de maravillas."

Con cada nuevo día, la Tierra se llenaba más y más de vida. Desde los diminutos insectos hasta los enormes dinosaurios, todos tenían un lugar. Estelita se asomaba orgullosa, sabiendo que cada uno de esos seres era parte de su sueño.

Pero un día, Estelita se dio cuenta de algo:

"Algunos seres no están cuidando bien su hogar. El aire está ensuciándose y los océanos tienen basura. ¿Qué podemos hacer?"

Los cometas y la Luna respondieron:

"Debemos enseñar a los habitantes de la Tierra a cuidar su mundo."

Así que Estelita y sus amigos decidieron viajar por la Tierra, hablando con cada animal, cada planta, y visita tras visita, les enseñaron la importancia de cuidar su hogar: el agua, el aire y cada ser viviente.

Desde esos días, se estableció una conexión especial entre los habitantes de la Tierra y los que los habían creado. Con cada nueva generación de animales y plantas, creció la conciencia de cuidar el planeta, y con ello la prometedora esperanza de que las futuras generaciones también lo harían.

"Siempre que cuiden de su mundo, su hogar seguirá siendo un lugar maravilloso," decía Estelita, brillando con fuerza mientras iluminaba la noche

Y así, el viaje de las estrellas transformó un pedazo de vacío cósmico en un vibrante hogar, donde cada ser viviente tiene su lugar. La Tierra es un bello regalo y, mientras seguimos cuidándola, siempre habrá más maravillas por descubrir.

Fin.

FIN.

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