La historia de Murilo



Había una vez un niño llamado Murilo, de seis años, que vivía en una ciudad pequeña. Desde muy chico, su pasión era el baloncesto.

A menudo veía partidos por televisión y soñaba con ser un jugador profesional algún día. Un día, mientras jugaba en la plaza del barrio con sus amigos, vio a un grupo de jóvenes practicando baloncesto en una cancha cercana. Murilo se acercó tímidamente y les preguntó si podía jugar con ellos.

"¿Puedo jugar?", preguntó Murilo emocionado. "Claro que sí", respondió uno de los jóvenes sonriendo. Murilo se sintió muy feliz al poder jugar con ellos.

A pesar de ser más bajito que los demás, logró hacer algunos tiros al aro y robar algunas pelotas. Cuando regresó a casa esa noche, le contó todo lo ocurrido a su mamá. Ella se alegró mucho por él y decidió buscarle una escuela para aprender baloncesto.

Al día siguiente, su mamá lo llevó a una escuela deportiva donde enseñaban baloncesto. Allí encontraron al entrenador Eduardo quien quedo impresionado por la pasión del niño por el deporte y decidió darle una oportunidad para integrarse al equipo infantil local.

Murilo estaba muy emocionado pero también nervioso porque nunca había jugado en un equipo antes. Pero gracias al apoyo del entrenador Eduardo y sus compañeros de equipo aprendió nuevas técnicas y mejoró su habilidad para el juego.

El primer partido fue difícil para Murilo ya que se enfrentaba contra otros niños mayores y más altos que él. Sin embargo, gracias a su perseverancia y trabajo en equipo, lograron ganar el partido.

A partir de ese momento, Murilo se sintió más seguro y motivado para seguir mejorando. Con el tiempo, Murilo se convirtió en un jugador destacado del equipo infantil. Su amor por el baloncesto lo llevó a trabajar duro todos los días para mejorar su técnica y habilidades.

Finalmente, después de muchos años de entrenamiento y dedicación, Murilo logró su sueño: convertirse en un jugador profesional de baloncesto. Y todo comenzó porque un día decidió acercarse a unos jóvenes que jugaban en la cancha del barrio.

La historia de Murilo nos enseña que no importa cuán pequeños o jóvenes seamos, si tenemos una pasión y trabajamos duro por ella podemos alcanzar nuestros sueños.

FIN.

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