La Historia de Tomás



En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, vivía un niño muy especial llamado Tomás. Desde que nació, Tomás había enfrentado desafíos inusuales, ya que había nacido sin manos. A pesar de esto, Tomás siempre había sido una fuente de inspiración para todos los que lo conocían. Tenía una valentía y un ingenio extraordinarios que le permitían hacer las cosas de manera diferente.

Un día, en la escuela, la maestra, la señora Ana, anunció una competencia de arte que haría que los alumnos mostraran su creatividad. Todos los chicos comenzaron a emocionarse y a argüir ideas sobre qué presentar. Tomás, con su habitual sonrisa, dijo:

"¡Yo también quiero participar!".

Los otros niños se miraron entre sí, algunos dudando de que Tomás pudiera hacerlo. Aun así, Tomás no se desanimó. En su casa, se puso a pensar en cómo podría realizar su proyecto. Después de mucho pensar, decidió usar sus pies para pintar.

"Voy a hacer un mural del paisaje de Villa Esperanza, porque me encanta cómo se ven los árboles y las montañas en primavera", explicó Tomás a su mamá, quien lo animó.

Con la ayuda de su madre, Tomás organizó todo. Utilizó pinceles especiales que había adaptado para que pudiera sostenerlos con sus pies. Días después, era el momento de la competencia y todos los chicos presentaron sus obras. Cuando llegó el turno de Tomás, se levantó de su silla y caminó hacia el lienzo con gran confianza.

"¡Estoy listo!", anunció.

Los demás niños lo miraban con asombro. Tomás comenzó a pintar: con movimientos precisos y veloces, el mural cobraba vida. Colores brillantes llenaron la tela y todos los asistentes a la competencia quedaron maravillados.

"¡Esto es increíble, Tomás!", gritó Sofía, su mejor amiga.

Tomás sonrió mientras seguía trabajando. A medida que avanzaba su proyecto, algunos niños comenzaron a murmurar:

"No sé cómo lo hace, es asombroso".

"Yo nunca podría hacerlo así".

De repente, se escuchó un ruido. El viento había comenzado a soplar fuertemente, y una de las puertas de la escuela se cerró de golpe, provocando que se derramaran varios materiales de arte en el piso. Las pinturas y pinceles volaron por el aire.

Tomás, en vez de desanimarse, dijo:

"No importa, puedo ayudar a limpiar".

Mientras los otros niños se preocupaban por sus propios trabajos, Tomás se puso a recoger los materiales.

"¡Vamos, chicos! Hay que ayudar!", gritó, contagiosos con su energía.

Poco a poco, los demás empezaron a unirse a él, y juntos recogieron todo. Después de limpiar, regresaron a sus lugares y Tomás terminó su mural justo a tiempo.

Cuando la competencia llegó a su fin, la señora Ana se acercó a Tomás y le dijo:

"Estoy muy orgullosa de ti. No solo hiciste un trabajo maravilloso, sino que también mostraste un gran espíritu de compañerismo".

Al final, Tomás ganó el primer premio, que consistía en un set de pintura y un título de "El Valiente León". Tomás miró a todos sus compañeros y con sinceridad dijo:

"Lo más importante no es ganar, sino hacer lo que nos gusta y ayudar a los demás".

Desde ese día, los niños de Villa Esperanza aprendieron a ver a Tomás no solo como un amigo, sino como un referente de valentía y superación. Él les demostró que con determinación y creatividad, se pueden superar cualquier dificultad. Y así, la historia de Tomás se convirtió en un símbolo de inspiración para toda la comunidad, recordándoles a todos que lo que realmente importa es el esfuerzo y la bondad que demostramos hacia los demás.

FIN.

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